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10 Dic 2025
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Una tonelada de manteca exportada vale un 282% más que una de tubos de acero. El dato refleja el enorme potencial del valor agregado en la agroindustria argentina y el rol estratégico de la lechería en la generación de divisas.
Una tonelada de manteca vale más que el acero en Argentina

La Argentina enfrenta hoy un desafío tan grande como prometedor: convertir su potencia productiva en exportaciones de alto valor agregado. En ese camino, la agroindustria aparece como un motor insustituible que, junto con la energía y los minerales, seguirá liderando el ingreso de divisas al país.

Vuelve a cobrar vigencia una frase que popularizó hace años el profesor Héctor “El Negro” Ordóñez, cuando sostenía que un kilo de carne podía valer más que uno de un automóvil Audi. Su intención era simple pero contundente: mostrar el enorme valor económico que puede generar el agro cuando se lo industrializa. Esa lógica no solo sigue vigente, sino que hoy se refleja con datos concretos.

A simple vista podría pensarse que productos industriales como los tubos de acero sin costura —utilizados por la industria petrolera— tienen un valor unitario superior al de un alimento cotidiano como la manteca. Sin embargo, los números desmienten esa percepción. Entre enero y septiembre de este año, Argentina exportó 11.900 toneladas de caños de acero a un valor promedio de 1.689 dólares por tonelada, mientras que en el mismo período se exportaron 10.600 toneladas de manteca a un valor unitario de 6.462 dólares, es decir, un 282% más que los tubos.

Este ejemplo expone con claridad el potencial de las cadenas agroalimentarias para multiplicar valor. En el caso de la lechería, la diferencia entre vender materia prima o productos elaborados es contundente: mientras la leche fluida exportada promedió este año unos 690 dólares por tonelada, el lactosuero alcanzó US$ 1.668, la leche en polvo entera US$ 3.616 y el queso duro llegó a US$ 6.314 por tonelada.

Detrás de estos números hay un proceso extraordinario de transformación: maíz, silaje y proteínas vegetales se convierten, a través del sistema digestivo de la vaca y de la industria láctea, en alimentos de alto valor comercial. El agregado de valor que se genera en ese recorrido es realmente fenomenal.

El mismo razonamiento se aplica a otras cadenas. En el trigo, por ejemplo, se pasa de un grano valuado en unos 233 dólares por tonelada a un pan lactal que puede superar los 3.400 dólares por tonelada, con escalones intermedios como la harina (354 dólares) o el gluten (1.772 dólares). La lógica es clara: cuanto mayor es el nivel de procesamiento, mayor es el valor que se exporta.

La oportunidad también es enorme en el maíz, del cual Argentina exporta cerca de dos tercios como grano. Si esas 38 millones de toneladas que se embarcaron en la última campaña se destinaran a la producción de etanol, burlanda para alimentación animal y dióxido de carbono para bebidas, podrían abastecer a 45 plantas similares a ACABio, la mayor etanolera del país. Un potencial industrial impresionante.

Lo mismo ocurre con el trigo —donde se proyecta exportar cerca de 15 millones de toneladas, el doble del consumo interno de la molienda— y con la cebada, una cadena en la que todavía faltan inversiones para transformar más grano en malta y elevar su valor exportado.

En los próximos años, la energía y los minerales ganarán protagonismo como nuevos generadores de divisas. Serán motores clave para la economía. Pero aun así, los alimentos seguirán siendo el buque insignia de las exportaciones argentinas, llevando al mundo no solo volumen, sino también calidad, tecnología, sustentabilidad y valor agregado en cada contenedor que salga del país.

Fuente: Infocampo

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