Pero la crisis en el sector lechero argentino se profundizó y cada vez más productores se vieron obligados a abandonar la actividad. La presión del mercado y el aumento del precio de los alquileres de tierras fueron asfixiando a los tamberos, quienes no pudieron competir con los altos rendimientos que ofrece la soja.
“Hasta hace dos años estábamos en la actividad, pero lamentablemente la presión es muy fuerte”, contó Cileiro. Y añadió: “Los valores de alquiler de los campos se han disparado, y fue imposible competir con alrededor de los 2.000 kilos de soja”.
Juan Pablo creció inmerso en la producción lechera, lo que le brindó una profunda comprensión de la industria. La lechería, según él, es una actividad desafiante que exige un gran trabajo y esfuerzo.
En los últimos años, la producción lechera argentina ha experimentado una transformación significativa. En la década de 1990, la tecnificación se aceleró, y hacia el año 2000 comenzó un proceso de concentración de los tambos. Los tambos pequeños fueron desapareciendo, dando paso a tambos medianos y grandes, y más recientemente, a tambos gigantes, similares a fábricas, que concentran una gran cantidad de ganado. Lamentablemente, esta concentración ha llevado a la desaparición de muchos productores pequeños.
La última ola de cambio en la producción lechera ha sido la introducción de robots. Lo que antes parecía ciencia ficción, hoy es una realidad. La transformación ha modificado el tipo de trabajo para los tamberos, pasando de un trabajo físico con horarios complicados a un trabajo de análisis de información. Los tamberos ahora se sientan frente a pantallas, monitoreando la actividad de las vacas, su producción y su salud a través de collares que transmiten información a sistemas de recepción computarizados.
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