En Arenaza (Lincoln, Buenos Aires), la familia Llorente–Pereda lleva adelante “Mitikile”, un establecimiento lechero fundado en 1901 que hoy transita un proceso de modernización clave: la incorporación de robots de ordeñe.
Teresa Pereda y Rafael Llorente, cuarta generación al frente, cedieron el mando a sus hijos Magdalena y Álvaro, quienes decidieron dar el salto tecnológico con equipos de la firma alemana GEA. El resultado: un incremento de productividad que ya ronda los 40 litros por vaca diarios, frente a los 32 que obtenían en el esquema pastoril tradicional.
Inversión y nuevos desafíos
El proyecto incluyó la compra de cuatro robots, con una inversión cercana a los u$s 5.000 por vaca y un recupero estimado en cinco años. Gracias a esta apuesta, la infraestructura también creció: de dos galpones pasaron a tres y planifican un cuarto, cada uno identificado por colores que se distinguen desde la ruta.
El manejo combina tecnología y saberes tradicionales. Un robot empuja el alimento varias veces al día, reduciendo tareas manuales, mientras que el sistema de ordeñe permite que las vacas se acerquen por voluntad propia, aunque siempre hay algunas que deben ser guiadas.
Producción y futuro
El rodeo Holando Argentino trabaja con un promedio de 53 vacas por robot, una relación que marca el punto de equilibrio para la operación. La familia remarca que cada decisión contempla no solo productividad, sino también bienestar animal, cuidado ambiental y condiciones de trabajo.
“Lo que vemos hoy es gracias al impulso que le han dado nuestros hijos. El futuro es tener todo bajo techo, con un sistema que permita a las vacas producir en armonía con las personas y con el ambiente”, resumió Llorente.
🔗 Fuente original: Infocampo