Vilma Esther Bagatto (62), tambera, más conocida como Mimi es hija de tamberos y ella un día también decidió serlo cuando terminó de criar a sus hijos. Era ama de casa y no encontraba una salida laboral. Nunca había ordeñado en un establo en forma mecánica.
La mujer nació hace 62 años en Coronel Martínez de Hoz, un pueblo cercano a Lincoln. Sus padres ordeñaban el tambo a mano. Tenía tan solos seis años cuando ordenó la primera vaca. Lo hizo jugando. A los ocho ya se sentaba al lado de sus padres y su hermana mayor a ordeñar con sus manitos. Cuenta que le elegían las vacas. “Cuando sos chico, en el campo, ves que están trabajando y solo querés ir a hacer eso”, explica.
Una vez que empezaron a ordeñar, cuenta que también ayudaban a apartar los animales (separar los terneritos de las vacas), arrearlos, llevarlos al corral, a repartirles la comida. Su pasatiempo era andar con los animales. Montar a caballo hasta la laguna, juntar huevos, y subirse a los fardos como todos los chicos de campo.
A poco más de dos kilómetros estaba la escuela de campo a la que llegaban en bicicleta. Si había barro, se ocupaban los padres de llevarlos en un carro. El secundario lo hizo en Coronel Martínez de Hoz.
Los padres de Mimi eran tamberos medieros, quienes recibían un porcentaje de la producción, que podía ser un 45 % y el resto era para el dueño del tambo. “Los patrones alquilaban un campo y nos daban una casa en ese lugar”. Sus padres manejaban un total de 100 vacas.
Al terminar el secundario, se casó con un contratista (trabajaba con tractores) y tuvo tres hijos, que ya le dieron cinco nietos y una bisnieta. Cuando sus hijos crecieron y el más chico ya estaba por terminar la escuela primaria, Mimi decidió abandonar su vida de ama de casa. “En Lincoln agarré un tambo porque donde estaba viviendo, en Arenaza, no había otro medio de vida para la mujer. Así que lo agarré con mi esposo y pasé a estar al frente de un tambo mecánico”, explica Mimi que trabajó para la Estancia Santa Teresa, del El Triunfo, partido de Lincoln.
Por primera vez se dedicó a un tambo mecánico y si bien fue un trabajo duro, le puso toda la garra. Lo sostuvo durante 24 años y medio. Tenía un equipo, pero ella se arremangaba y ordeñaba a la par del resto. “Era un trabajo sacrificado. No es tanto lo difícil, sino los horarios, el tener gente competente, si no tenés compañeros buenos se hace difícil. Son muchas horas. Nosotros llegamos a ordeñar 500 y pico de vacas. Se hace largo. Tenés que levantarte a la mañana. Yo me levantaba a las dos hasta terminar a las siete y media, ocho. Me acostaba un ratito, me levantaba hacía la comida para la gente y para mi familia. Y después a las 2 de la tarde otra vez estaban entrando hasta terminar”. Y reitera: “no es un trabajo difícil. Pero hay que estar y prestar mucha atención”, subraya.
¿Dormir? “Dormía cuando podía. En el campo sabés cuándo empezás pero nunca cuando terminás”. De tambo mecánico, no tenía idea y todo lo aprendió en un momento en que no había mujeres realizando esta actividad. “Cuando yo empecé no había casi mujeres y al estar frente del tambo, venían y me preguntaban por el encargado del tambo. Les decía ‘soy yo’. ‘¿Usted encargada?’, me decían gritando como asombrados. Hoy en día hay muchas mujeres encargadas de los tambos”, asegura.
“Yo sabía de animales y de tambo a mano, sabía lo que es una vaca cuando tiene cría, cómo se trata, cómo se ordeña, qué se le da, cuándo tiene la leche buena para entregar, cuando la leche es para descarte”, explica quien tomó leche solo de chica. “Yo tomo mate”, dice riéndose.
Respecto de sus hijos, ninguno continuó con el legado tambero. “Quieren ver el campo lo más lejos posible”, expresa. “Nuestros dos hijos varones saben trabajar en el campo y toda la actividad del tambo, saben andar con los tractores, pero no les gusta. Uno de ellos trabaja en estancias, en lo que sea pero no en el tambo. Y el otro, es camionero”, detalla. Su hija mujer se dedica a otra actividad.
La actividad la define como rutinaria. Todos los días es lo mismo. “Te levantás, prendés la ordeñadora, ordeñás las vacas, limpiás todo y después te vas a tu casa. Por la tarde es lo mismo”, cuenta sobre este trabajo que también define como continuo, donde no se puede estar parado charlando porque se pierde tiempo. “Se sacan y se ponen las pezoneras de una vaca a otra, por ahí la tiran, por ahí patean.
Ser buena en lo suyo y sin descanso de esta rutina le permitió a Mimi ganarse la vida, disfrutar de una casa propia en Arenaza, tener una camioneta. Con su marido hicieron buen equipo y ahora se jubilaron que se jubilaron pueden pensar en descansar y disfrutar de los nietos.
El fin de semana próximo los productores de esta gran cuenca lechera, una de las más importantes de Buenos Aires, celebrarán la Expo Queso, una feria gastronómica con quesos que son famosos y son producto del conocimiento y tradiciones de sus orgullosos habitantes. Tendrá lugar en el predio de la Sociedad Rural del Lincoln el 19, 20 y 21 de noviembre, de 17 a 24 horas. Se puede encontrar toda la programación en su cuenta de Instagram: @expoquesolincoln