¿Cómo es el tambo promedio? El INTA Rafaela acaba de presentar los resultados de su tradicional “Encuesta sectorial lechera”, con los resultados del ejercicio productivo 2018-2019. Después de leer los rasgos promedio de los 10.400 establecimientos lecheros que quedan en pie, no se entiende cómo los gobiernos no hacen más para defender a estas explotaciones que son de tipo familiar y que fomentan mucho el arraigo y el empleo rural. No se entiende la apatía de la política agropecuaria con estos actores.
Por decir solo una cosa: en la mayoría de los tambos conviven dos generaciones (padre e hijo) de productores, aunque en algunos casos también el abuelo pone manos a la obra.
El documento completo del censo (realizado por Gastaldi Laura, Litwin Gabriela, Maekawa Marina, Moretto Mónica, Marino Magdalena, Engler Patricia, Cuatrín Alejandra, Centeno Alejandro y Galetto Alejandro) puede ser descargado aquí: Censo Lechero 2018 19
En principio, en el promedio de los dos años analizados el valor promedio de la leche se ubicó en 0,273 dólares por litro, bastante por debajo de la media histórica del período 2012-2018 (0,33 dólares). El poder de compra medio de los productores encuestados -medido en relación con el precio del maíz, su principal insumo- fue de 1,92 kilos de maíz por litro de leche, también menor al promedio histórico, que fue de 2,26 kilos.
Estos dos datos alcanzan para ver que el sector primario lechero no es protegido como corresponde por las políticas públicas, ni para la mínima cosa de garantizarle cierta estabilidad en sus ingresos.
¿Pero cual es el actor a promover eventualmente? “Predominaron las empresas de tipo unipersonal (66% de los casos), seguidas de las sociedades de responsabilidad limitada o sociedades anónimas (18%) y en tercer lugar las sociedades de hecho (11%). El 5% restante se correspondió con otras formas de organización jurídica (sucesiones, fideicomisos y asociaciones cooperadoras).
Los tamberos no son acaparadores. El 71% de las empresas trabajó un sólo establecimiento agropecuario (predio o campo), cuya superficie media fue de solo 210 hectáreas. A la actividad lechera se destinó en promedio el 64% de la superficie de cada empresa y el resto a otras actividades, preferentemente agrícolas.
La administración es ejercida en general por los productores o dueños, cuya edad promedio rondó los 55 años (hay casos de hasta 84 años) y con un nivel de capacitación heterogéneo: el 31% posee solo estudios primarios, el 34% completó el secundario y el resto es de tipo universitario. De ellos, el 66% en las carreras de agronomía, veterinaria o licenciaturas en administración rural.
¿Dónde viven estos productores? El 28% de los productores declaró vivir en el campo, categoría que resultó más frecuente en la provincia de Entre Ríos (con 86% de los casos). Cuando más chicos los tambos, más se cumple esta regla, ya que en empresas de menos de 100 hectáreas el 57% de los productores vive en el mismo predio.
Además de los ingresos proporcionados por el agro, el 41% de los productores agropecuarios indicó haber recibido ingresos de actividades no agropecuarias, aunque en general de menor cuantía.
Predominan, según la encuesta del INTA, las empresas en las que participaron dos generaciones familiares. El padre y el hijo, si se anima a seguirla.
La superficie media del establecimiento lechero fue de 181 hectáreas, con un mínimo en 23,5 hectáreas y un máximo de 1.100. Alrededor del 50% de la superficie trabajada se alquiló a un valor equivalente a 75 litros leche/ha/mes.
El precio declarado de la tierra propia promedió los 9.300 dólares por hectárea. Considerando este valor a un dólar de 38,56 pesos por dólar (y sí, fue el promedio del dólar mayorista y minorista del ejercicio 2018-201916), el costo de oportunidad del capital tierra en función del costo del alquiler fue en promedio del 2,7%.
Alrededor de un cuarto de los tambos produjo exclusivamente en tierras propias (26% casos) y el 29% de los casos en tierras alquiladas en su totalidad.
El 75% de la superficie predial se destinó a la producción de alimentos para las vacas del tambo. El 25% restante se destinó a otras actividades productivas como recría de vaquillonas y agricultura con fines comerciales.
El tamaño medio del rodeo de vacas adultas fue de 177 cabezas, con 144 vacas ordeño y 33 vacas secas.
“En comparación con años anteriores, el tamaño de los tambos no ha mostrado variaciones estadísticamente significativas en los últimos 15 años, con un stock promedio que viene oscilando entre las 173 y 182 cabezas”, destacó el trabajo oficial.
Respecto al componente racial, en el tambo promedio predomina la raza Holando, como rodeo único en el 78% de los casos. El 22% restante mencionó cruzamientos preferentemente con jersey, estrategia productiva más habitual en Entre Ríos y Buenos Aires.
El equipo de trabajo en el tambo promedio se integró por un promedio de 5,1 personas que aportaron 10.704 horas anuales de trabajo disponible. El 58,6% del trabajo fue aportado por personal contratado y el 41,4% restante por los dueños y familiares directos. Hay una proporción media de 71% dueños y 29% familiares.
El trabajo femenino representó el 17,9% de la mano de obra total con una jornada diaria de 5,5 horas; valor que se elevó a 7 horas diarias en el caso de los hombres.
Las tareas de ordeño insumieron el 34% del tiempo y el resto se repartió de la siguiente manera: 17% alimentación, 17% tareas varias, 12% gestión productiva, 11% gestión económica y 9% crianza. El ordeño fue realizado por los dueños en un 12,6% de los casos.
Respecto a la vivienda rural, la mayoría de los productores lecheros señaló que presenta un estado entre regular a bueno. En un 7% de los casos no se dispone de un sistema de provisión de agua caliente y en un 8% el baño se encuentra afuera de la misma.
Aproximadamente el 47% de la vivienda rural presentaría un buen estado de habitabilidad con baño interno y agua caliente en toda la casa. En promedio, éstas se encuentran ubicadas a una distancia de 3 kilómetros de un camino mejorado y 4,5 kilómetros de un centro educativo primario.
En términos descriptivos predominaron las instalaciones de ordeño con fosa (82% casos; 10 a 12 posiciones) y los corrales de espera con piso de hormigón (94%) cuya dimensión promedio se estimó en 1,2 metros cuadrados por vaca.
El equipo de ordeño tiene en promedio 10 bajadas, siendo el tamaño más frecuente junto con los equipos de 12 y 6 unidades. Asumiendo una rutina de 10 minutos por animal, el tiempo promedio de ordeño se estimó en 144 minutos (2 horas y 24 minutos). Existe no obstante un 20% de casos cuyas rutinas superaron las 3 horas.
Solo algunos tambos (16% de los casos disponen de extractores automáticos de pezoneras, tecnología que permite hacer más eficiente el trabajo del ordeñador.
Respecto al número de ordeños, en el 97% de los tambos se realizó dos veces por día, con situaciones puntuales de 3 ordeños, solo en 4 tambos consultados. En promedio, la capacidad de los equipos de frío fue de 6.100 litros permitiendo una autonomía de enfriado de 2,5 días.
El manejo de los efluentes del tambo sigue siendo una materia pendiente en el 9% de los establecimientos, aunque lo habitual fue manejar los mismos a través de lagunas (83%) o cámaras (8%). El 41% de los tambos con lagunas no utilizaron los efluentes, y aquellos que sí lo hicieron generalmente los utilizaron sin realizar una separación previa de las fracciones líquida y sólida.
Los tambos tienen en promedio de 2,2 tractores, predominantemente menores a 100 HP. El equipamiento se completó con desmalezadoras (98% de los casos), palas frontales (76%), mixer (66%) y carros forrajeros (29%). Todos poseen un vehículo utilitario o camioneta.
El 71% de las empresas recibió asesoramiento agronómico de tipo particular, ya sea de manera eventual o permanente; y el 34% estuvo vinculado a grupos de intercambio técnicos, lo que implica que algunas empresas contaron con ambos tipos de asesoramiento.
El uso de la superficie ganadera útil resultó similar a años anteriores. Las pasturas ocuparon alrededor del 50% de la superficie útil y los cultivos para silajes y grano el 19%.
La modalidad de manejo más habitual fue el sistema a campo durante todo el año, adoptado en el 88,6% de los tambos. El porcentaje restante se correspondió con el manejo en corrales/galpón (9,7% de los casos) y
combinados entre campo y corral (1,7%).
La alimentación incluyó forrajes frescos, conservados y concentrados. El forraje fresco (pasturas y verdeos) se consumió en el 83% de los tambos mediante pastoreo directo y durante todo el año. El 10% realizó un pastoreo de tipo estacional y el 7% restante indicó la ausencia de pastoreo directo.