En Uruguay, la manteca es mucho más que un derivado lácteo: representa una síntesis de industria, excedente estratégico y símbolo rural. Entre la centrifugación y el mercado, concentra tensiones productivas, ciclos de leche y desafíos de competitividad. Aunque su volumen es limitado frente a otros productos, su valor radica en la trazabilidad, el origen y el potencial de ser marca país en cada cucharada.
Un eslabón estratégico dentro del sistema lácteo
El sector procesó en 2023 más de 2.114 millones de litros de leche, según datos del Instituto Nacional de la Leche (INALE). La mayor parte se destinó a leche en polvo y quesos, pero la manteca ocupa un rol estratégico por su valor agregado, su uso industrial y su peso en exportaciones. Para obtener un kilo de producto, se requieren entre 20 y 25 litros de leche, lo que refleja su fuerte dependencia del ciclo productivo.
Industria y empleo
En el país funcionan más de 50 plantas lácteas, de las cuales unas 20 elaboran manteca en forma regular. Conaprole, Claldy, Pili, Calcar y Granja Pocha figuran entre los principales fabricantes, junto a cooperativas y microempresas que abastecen mercados regionales. La industria láctea emplea a más de 5.000 personas, con un 25% de mujeres, y en el segmento de manteca los puestos se concentran en operarios de planta, calidad, logística y comercialización.
Producción y consumo
Aunque no hay cifras oficiales desagregadas, se estima que Uruguay produce entre 8.000 y 12.000 toneladas de manteca al año. El consumo interno ronda los 2,5 kilos per cápita, estable en hogares y gastronomía, mientras que el excedente se orienta a exportación. Brasil, Rusia, Argelia y mercados de Asia se destacan entre los principales destinos, aunque la competencia de Nueva Zelanda y la Unión Europea presiona los precios.
Competencia y acuerdos comerciales
Las importaciones de manteca son mínimas y responden a necesidades puntuales. Sin embargo, el marco del MERCOSUR y acuerdos bilaterales generan tensiones competitivas con Argentina y Brasil. Un estudio de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (FCEA) resalta la necesidad de reforzar la eficiencia productiva, la trazabilidad y la diferenciación por calidad como claves para la competitividad internacional.
Entre lo artesanal y lo industrial
La manteca uruguaya refleja una doble identidad: artesanal e industrial, rural y de exportación. Su producción está sujeta a la disponibilidad de leche, las políticas públicas, la evolución de precios internacionales y los hábitos de consumo. Cuando la leche escasea, la producción cae; cuando sobra, se convierte en válvula de escape y gana protagonismo en el comercio exterior.
Un producto pequeño, pero estratégico
En volumen, la manteca ocupa un lugar menor frente a la leche en polvo o el queso, pero su peso simbólico y estratégico es innegable. En un mundo que demanda alimentos con trazabilidad, calidad y origen, este derivado uruguayo puede consolidarse como un producto diferencial, capaz de contar una historia de campo, industria y país en cada envase.
Fuente: El Debate