El argentino Gonzalo Cruz tiene una vida hecha en Europa. Emigró en 1985 y al llegar dijo “nunca me voy a quedar”. Después de un tiempo aseguró: “No vuelvo más a la Argentina”. No cumplió ninguna de las dos cosas.
Cruz lleva 33 años fabricando dulce de leche, y desde hace 22 tiene “El sur”, un bar-restaurante en París. “El sur” nació como una “suerte de vidriera” para los productos argentinos -cuenta a LA NACION- y se consolidó. Lo inauguró con una visita de León Gieco, tiene 65 cubiertos y, por supuesto, menú argentino. Además, hace tres años lanzó una marca de productos típicos argentinos. Se llama Gusto Argentino, y vende productos tradicionales de la Argentina, la mayoría de marca propia, en las principales cadenas de supermercados de España y Francia.
En el caso de la fábrica de dulce de leche, cada mes, su empresa La Franco Argentine produce entre 200 y 250 toneladas de dulce de leche en Francia. Y acaba de invertir 1,5 millones de euros para duplicar la capacidad de fabricación. Las máquinas fueron compradas en la Argentina. La planta, de 5200 metros cuadrados, está en Sains-Richaumont. “Voy mucho a la Argentina por los proveedores y ahora incluso iré más seguido porque estoy enamorado de una argentina, me compraré una casa y el vínculo será mucho más cercano”.
“Las ventas están en crecimiento permanente -cuenta Cruz a LA NACION-. En el último año hubo que rectificar algo los planes por la inflación. Ya en el 2022 registramos un aumento de volumen, pero no de rentabilidad. En ese contexto, hay que hacer algunas concesiones para recomponer las ganancias”, dice. El kilo de dulce de leche se vende, en promedio, entre 8 y 10 euros.
La marca comenzó atendiendo el mercado “nostálgico”. A fines del 90 no existía la demanda de dulce de leche que hay ahora. Cruz dejó la Argentina en 1985 porque soñaba con “dar la vuelta al mundo”. Viajó durante tres años viajó por Latinoamérica, Asia y Europa. En Francia se enamoró y se instaló. Durante un tiempo se hizo cargo de un local de su mamá que importaba flores a España. Allí aprendió cuestiones básicas para gestionar un negocio.
Se casó y, en un viaje a la Argentina, su ahora exesposa se convirtió en una apasionada del dulce de leche. Ahí nació la decisión de poner una fábrica en Francia. Practicó mucho y arruinó litros de leche y kilos de azúcar hasta que logró el producto buscado.
La fábrica llegó a tener 40 variedades, pero por la inflación y la baja de la rentabilidad, hubo que “escoger las de los volúmenes más importantes”, dice Cruz. El más vendido es el familiar cremoso (“el de toda la vida”), que comparado con el clásico argentino tiene menos contenido graso, es “más suave y sin glucosa”.
El ejecutivo precisa que la suba de precios “en los últimos ocho o diez meses, planchó la diversificación hacia lo bio y lo vegano”. La oferta de alimentos en esa categoría, señala, venía ampliándose y tomó más auge durante la pandemia del Covid-19. “Sin embargo, hace un tiempo volvió a ser el costo lo que moviliza el comportamiento del consumidor, los incrementos impactaron más en lo alternativo”, detalla.
Con respecto a Gusto Argentino, Cruz dice que va “viento en popa”. “Es de los sectores de productos del mundo que más funciona, nos piden ampliar la estantería”, detalla. Arrancaron importando yerbas, vinos, galletas, alfajores y golosinas y fueron sumando productos, muchos desarrollados bajo la marca: barras de maní, bizcochos para el mate.
“Generamos un muy buen impacto con un kit de mate que incluye yerba, bombilla, todo -describe-. Hicimos la promoción como una suerte de ‘bienvenida’ a la costumbre que se va ampliando. Ayudan, por supuesto, los jugadores de fútbol que siempre andan con el equipo y a eso se sumaron los de rugby durante el mundial”. Su renovado vínculo con la Argentina, asegura, le abre nuevas puertas a desarrollos. “Hay muchas posibilidades con las economías regionales, hay productos excelentes”, ratifica.