Las respuestas a estos interrogantes las han ido resolviendo desde el equipo de trabajo que se armó desde la Facultades de Ciencias Agrarias y de Veterinaria de la UNL para “volver a la vida” al tambo de la Escuela Granja, como una unidad demostrativa de alta eficiencia.
Y en base a la experiencia adquirida en Nueva Zelanda, varios profesionales intentaron trasladar los conocimientos aprendidos para demostrar que con un tambo chico y pastoril todavía se puede ganar plata, de acuerdo a lo publicado por TodoAgro en su sitio online, en réplica de una nota de Campo Litoral.
* Todo está en el equipo
Según el ingeniero agrónomo Javier Baudracco, todo pasa por armar un buen grupo de trabajo. “En este tambo se empezó a trabajar con un equipo compuesto por gente de ambas Facultades con quienes se fueron planteando objetivos, llegando a duplicar el promedio nacional de producción de leche en cuanto a productividad por hectárea”, dijo con entusiasmo el citado profesional.
Y agregó “tenemos que aprovechar la tierra y hacerla rendir”, en referencia a este campo (demasiado cerca del Río Salado como para hacer agricultura), en el cual duplicaron el promedio nacional con un sistema simple, que prioriza el bienestar de las vacas y de la gente, y a su vez con resultados económicos positivos, todo eso en uno de los años más difíciles para la lechería. Tan impactantes son las cifras del cambio, que en el pasado mes de octubre realizaron una Jornada a puertas abiertas, en la que convocaron a más de 1.000 productores de todo el país.
“Este camino se logró en 10 años de trabajo, no es un cambio de un día para el otro, pero si uno tiene los objetivos claros, se puede”, enfatizó Baudracco.
E insistió con las claves para lograrlo: aumentar la producción de alimento a través de la fertilización, en tanto aseguró que “en el tambo promedio de Argentina se fertiliza con 40 kg/ha/ año, cuando en Chile usan casi 300, y en Nueva Zelanda más de 1.000. Al fertilizar bien los cultivos responden de la misma manera”.
* Más vacas, más facturación
Eso permite el otro factor: una alta carga animal. En 53 has hay 106 vacas, cuando en un tambo promedio de iguales dimensiones no superan los 70 animales. Eso posibilita facturar mucha leche y además, mantener las producciones por vaca, que siguen siendo buenas. “En promedio estamos en 22,5 litros por animal. Además, controlar los costos permite un buen margen entre los ingresos y los egresos”, sintetiza, para explicar el concepto de alta facturación con muchos animales en poco espacio.
Otra cosa que se mejoró es el bienestar de las vacas en el momento de “la cosecha de la leche”.
Baudracco asume que para un tambero la tarea más esforzada del día es el ordeño, pero con unas instalaciones cómodas y sencillas, el tambo se hace en una hora y media y le queda tiempo para hacer otras actividades o descansar, y hacer más agradable la jornada.
Y señaló que “en muchos tambos el ordeño es una larga jornada de trabajo, que hace que la vida sea muy dura y que no se pueda conseguir gente. En muchos lugares del mundo -sin embargo- la lechería es una actividad atractiva laboralmente, y si en Argentina ofrecés una muy buena remuneración, descanso, vacaciones, puede empezar a ser un trabajo atrapante”.
* Mansedumbre
Al principio cruzaron el rodeo con animales Jersey. Si bien mejoraron la proteína, salieron animales muy desparejos.
Y gracias a un trabajo con los docentes de la Facultad, lograron estabilizarlo.
* Experiencia kiwi
Baudracco aprendió en sus 5 años de trabajar en la lechería de Nueva Zelanda que hay cuestiones de tecnología de procesos, enfoques y ordenamientos que son básicos, y que en la provincia de Santa Fe no siempre están presentes.
Algo tan elemental como el agua para las vacas, por ejemplo, es el problema número uno.
“El faltante de nutrientes para los suelos, las instalaciones obsoletas, las viviendas que necesitan mejoras, los caminos internos y los accesos en mal estado también. Otro factor a mejorar es la carga animal: más vacas por hectárea”, puntualizó el ingeniero agrónomo.
Y en ese sentido Baudracco apuntó a la simpleza: “podés reducir la superficie y hacer más eficiente la empresa. Todas estas acciones se hicieron en este campo y lo estamos viendo”, resumió, insistiendo con el potencial de la lechería en la Argentina, algo que va más allá del tema del precio.
Y sobre este dijo “tiene un impacto muy grande y es sano luchar por un precio mejor, pero aparte hay muchas cosas para ganar eficiencia”.
A futuro, apunta a seguir creciendo, a la vez que aseguró “en 2 años tendremos más avances para poder mostrar. Primero sosteniendo los resultados, luego con cuestiones ambientales y manejo de efluentes para hacer una producción más sostenible”.
* El todo y la suma de las partes
Por otra parte, de acuerdo al ingeniero agrónomo Rodrigo Benítez, coordinador de la Escuela Granja, desde el primer momento apuntaron como meta poder dar buenas noticias desde el tambo. “Quisimos contar lo que estábamos haciendo (en referencia al evento realizado en octubre pasado). El trabajo interdisciplinario e interinstitucional fue muy importante. Esto se trabaja en conjunto detrás del proyecto, sin importar las personas, sino las instituciones que lo llevan adelante”, manifestó.
Consultado sobre el destino de los tambos chicos en un contexto concentrador, aseguró que la problemática existe y la UNL quiso dar respuestas.
“Estamos en una zona donde el 70% de los tambos son chicos, y por eso las Facultades se convencieron, los decanos apoyaron, y logramos mostrar todo en un evento que refleja que esta escuela es referente en educación porque permite que los graduados vuelvan a trabajar en el campo”, sentenció, y cerró apuntando al futuro diciendo “queremos formar técnicos y emprendedores que vuelvan al campo como mano de obra calificada”.
* La clave del día a día
Gastón Reibel es santafesino. Luego de graduarse en la Facultad de Esperanza trabajó en varios tambos, e incluso se animó a largarse también a Nueva Zelanda para aprender un poco más, y habló sobre el trabajo diario que llevan adelante detrás de la eficiencia y la mejora continua.
“El campo tiene 73 has de las cuales 53 son para el tambo y las otras para la recría de los animales”, puntualizó, y explicó que están encerrando las vaquillonas entre los 14 y 16 meses, todo con animales Holando.
“Habíamos empezado con una cruza Jersey, pero se nos empezó a desacomodar el rodeo, a las vaquillonas se las servía con Jersey por la facilidad de parto, pero empezamos a tener vacas muy chicas o muy grandes, entonces volvimos a hacer una triple cruza (semen Holando a animales Jersey y viceversa) con la cátedra de teriogenología (a cargo de Martín Maciel y Javier González), lo que permitió una mayor estabilización del rodeo”. comentó seguidamente.
A la hora de la alimentación, Reibel explicó que se trata de un planteo 70% pastoril y 30% suplemento. “Eso se logró fertilizando los suelos. Duplicamos la cantidad de animales, las vacas eran de un brete a la par y los animales no estaban en el mejor estado, la parte reproductiva y forrajera no era la misma. Con el cambio del tambo, se apuntó a algo más forrajero, las producciones mejoraron un poco, y duplicamos la cantidad de animales. Gracias esto, hoy el tambo produce 200 mil litros más de leche por mes”, expresó con orgullo.
Por otra parte, Reibel no se cansó de destacar que lo que cambió es el concepto de trabajo en equipo. “Antes se trabajaba con la mano de obra de un tambero a porcentaje (método viejo). Ahora formamos un grupo de trabajo, en donde todos los actores aportan su incidencia en la empresa”. E insiste en que la experiencia en NZ fue fundamental, ya que “en los días francos tiene que haber la mano de obra necesaria, se debe diversificar el trabajo, cada uno con su franco y sus vacaciones: 8 horas de trabajo por día con gusto”.