Disfrutar de la familia y los amigos, compartir una rica comida o una ronda de mates, ver crecer a los hijos y celebrar cada uno de sus logros, viajar, escuchar buena música, o practicar algún deporte; estos son los principales motivos de felicidad de los argentinos. Son cosas que nos hacen sentir bien por dentro, y cuando estamos bien por dentro estamos mucho mejor por fuera. ¿Pero si te dijera que ese bienestar interior es mucho más complejo de lo que pensás?
Así es, porque en nuestro interior tenemos una maquinaria fenomenal que motoriza nuestro bienestar, y si bien es un sistema integrado que funciona como las agujas del reloj, tiene un protagonista indiscutido: el intestino. El 29 de junio se celebró el día mundial de la salud digestiva, una buena oportunidad para concientizar y hablar sobre este órgano al que por lo general no se le presta demasiada atención.
¿Sabías que el 80% del sistema inmunitario se aloja en el intestino? ¿Qué este largo tubo mantiene una línea de comunicación directa con el cerebro? ¿Qué se renueva completamente cada dos semanas, y que tiene un impacto muy significativo en el estado de ánimo y en la salud en general?
El intestino es considerado nuestro “segundo cerebro” ya que existe una comunicación bidireccional entre intestino y cerebro. El intestino le informa al cerebro sobre el estado de nuestro cuerpo, recogiendo información sobre la calidad de los nutrientes y sobre la condición de las células inmunes o las hormonas de la sangre. Es algo así como el órgano estrella donde “todo sucede” para el buen funcionamiento del organismo y, por si fuera poco, juega un rol decisivo en nuestro bienestar emocional.
Nuestro intestino, entre el delgado y el grueso, mide aproximadamente 8 metros de largo, y aunque esté enrollado, su longitud podría cubrir una cancha de tenis. Si pudiéramos verlo con una lupa, observaríamos que se parece a una toalla de algodón, y lo que parecen “fibras de algodón” se llaman microvellosidades. Es allí donde se aloja la microbiota.
La microbiota intestinal (antes conocida como flora intestinal) está compuesta por cientos de millones de microorganismos y bacterias que se encuentran en el tracto intestinal, y allí conviven dos bandos juegan un rol clave para determinan nuestro bienestar interior. Por un lado, tenemos los “soldados” del bando de los buenos y, por el otro tenemos el bando de los malos. ¿Cómo interactúan? Ambos viven disputándose el territorio: cada uno busca ocupar más espacio en nuestro intestino.
Para que nuestro intestino pueda funcionar correctamente la microbiota debe estar en equilibrio y los microorganismos del bando de los buenos deben ser abundantes y diversos. Pero lamentablemente, mucho hábitos de nuestra vida rompen con este equilibrio: comemos mal, abusamos del uso de antibióticos y de productos antisépticos, y vivimos estresados, entre otras cosas.
Para que podamos ayudar a reestablecer esa armonía necesitamos incorporar más “soldados” buenos: los probióticos, presentes en algunos yogures, suplementos y/o comprimidos. También es necesario incorporar fibra a través de verduras, frutas, legumbres y cereales integrales; porque las bacterias buenas (presentes en los probióticos) se alimentan de ellas y en ese proceso de digestión producen vitaminas, y ácidos grasos de cadena corta, como el ácido butírico.
El ácido butírico es un compuesto antiinflamatorio y anticancerígeno que usan las células intestinales para renovarse, multiplicarse y mantener al intestino sano y desinflamado. A su vez, este ácido es utilizado por otras células para producir la serotonina, uno de los principales neurotransmisores encargados de comunicar al intestino con el cerebro. Conocida también como la ‘hormona de la felicidad’.
En síntesis, nuestro intestino tiene múltiples funciones: la digestión de los alimentos, la absorción de nutrientes, y -como si esto fuera poco- aloja a la microbiota intestinal que activa y modula al sistema inmunológico para protegernos de infecciones, mantiene controlada la respuesta inflamatoria, produce sustancias que impactan de manera positiva en nuestro cerebro (la serotonina) y nos da estabilidad emocional y buen humor. Pero para que el
intestino cumpla con sus múltiples tareas, hay que cuidarlo y la mejor forma de hacerlo es incorporando alimentos fermentados, alimentos con probióticos y fibras, aumentando el consumo de verduras, frutas, cereales integrales, avena, yogur y frutas secas como así también evitar el consumo de antibióticos sin control y reducir el consumo de productos antisépticos.