– ¿Vos me querés quebrar? Pretendés que sólo aumente el 4% a mis productos lácteos, mientras habilitás un aumento del 7% el litro de leche al productor? ¿Exportaciones libres? ¡Qué manera más compleja de comercializar en el mercado doméstico! ¡Yo me salgo de los Precios Cuidados!

¿Cómo? ¡Me vas a desabastecer el mercado interno! ¡No! Dejame ver qué puedo hacer con las exportaciones.

– Si cerrás las exportaciones nos reventás a todos. Además, no sólo es por las exportaciones, es por la manera “distinta” que tienen algunos de comercializar dentro del mercado doméstico. La competencia es desleal.

En este diálogo imaginario, podemos observar cómo se maneja la política de precios que intenta llevar adelante el gobierno, y que, si fuera exitosa, por lo novedosa, debería estar registrada en los nuevos manuales de economía moderna y ser candidata a un premio Nobel.

Esta interna entre los procesadores de leche argentinos, se profundiza desde mediados de 2022 e implosiona este enero de 2023.

Lo primero que sucederá es la modificación de los incrementos de precios al productor lechero, y luego la ralentización de los posibles futuros aumentos en los precios de los lácteos, en las nuevas listas de que recibirán los distribuidores.

La producción primaria está con muchas ganas de retirarle el suministro a la industria que aumentó entre un 10% y un 15% sus productos y no les van a dar la participación esperada que era un 7%; pero “la negociación es clave, e irreemplazable en cualquier circunstancia, subestimarla, sería una tontería de nuestra parte” dicen las voces más estrategas.

La lechería no está formada únicamente por la producción primaria y la industria. La cadena láctea es mucho más que eso, pero existe un clima de desconfianza entre los unos y los otros que es imperioso superar, para que dejen de ser los eslabones más débiles, porque sino, los devoran los de afuera.