La industria láctea de Argentina enfrenta un panorama complejo. Los productores luchan contra un precio de la leche estancado y el encarecimiento de los insumos, anticipando una crisis de rentabilidad con la llegada del pico estacional de producción.
La situación económica de los tambos argentinos ha desmejorado significativamente, marcando un giro preocupante para la lechería del país. Después de un período de recuperación, los productores se encuentran ahora en un escenario de doble presión: un precio de la leche que se ha estancado y un aumento constante en el costo de los insumos. Este contexto adverso, sumado a la inestabilidad cambiaria, complica la proyección de resultados y pone en riesgo la rentabilidad de las explotaciones lecheras.
La caída del poder adquisitivo de la leche es evidente. El precio que reciben los productores en julio se mantuvo casi sin cambios respecto a junio, con un valor de 473 pesos por litro. Si se compara con la inflación interanual, el precio de la leche ha perdido un 15% de su valor real. La situación es aún más dramática cuando se mide en dólares: la devaluación del peso hizo que el valor por litro cayera de 43 a solo 37 centavos de dólar en el último mes, afectando directamente la competitividad y la capacidad de inversión del sector.
Esta pérdida de valor se refleja directamente en la relación insumo-producto, que ha empeorado drásticamente. Mientras que a mediados del mes pasado un litro de leche permitía comprar 2,5 kilos de maíz y 1,5 kilos de soja, hoy esa capacidad ha caído a 2 kilos de maíz y poco más de 1 kilo de soja. Esta desmejora se debe a la devaluación y a la reducción de retenciones a los granos, lo que encarece los alimentos para el ganado y comprime aún más los márgenes de los productores.
El panorama se complica con la inminente llegada de la primavera. Tras un crecimiento del 11% en la producción en lo que va del año, se espera el pico de la oferta estacional. La mayor disponibilidad de leche en el mercado, junto con la caída de la demanda interna debido a la menor capacidad de consumo, podría generar una presión aún mayor sobre los precios, exacerbando la crisis de rentabilidad de los tambos.
En un contexto de precios internacionales que, según los productores, permitirían un mejor pago, se evidencia una tensión en la cadena de valor. Mientras los productores acusan a las industrias de no trasladar los mejores precios de exportación, los industriales se justifican aludiendo a la recuperación de las pérdidas sufridas en meses anteriores. El artículo concluye que, más allá de los argumentos, esta es una cuestión de negocio que pone en evidencia la fragilidad de un sector que, a pesar de su potencial, sigue siendo vulnerable a la volatilidad económica y a las políticas gubernamentales.
Fuente: Bichos de Campo