El campo no puede parar. El campo es una perfecta máquina biológica que no puede cerrar sus puertas el viernes y retomar el lunes. El campo no puede dejar de producir, y menos la lechería, para aleccionar al que lo sangra. Pero sobre todo el campo, no puede seguir soportando los embates de quién debiera mega facilitarle las cosas.
En un comunicado con fecha de hoy, las cámaras que nuclean a las industrias lácteas argentinas, el Centro de la Industria Lechera (CIL), la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas Lácteas (APyMEL) y la Junta Intercooperativa de Productores de Leche (JIPL), expresaron su profunda preocupación por los efectos negativos que tendrá sobre toda la cadena el reciente restablecimiento del Programa de Incremento Exportador, más conocido como “dólar soja”. Hicieron lo propio días atrás Pylacor y la mayoría de las entidades del campo.
El Gobierno prometió compensaciones para amortiguar el impacto de la medida. Sobre todo, en al sector lechero en donde hace más mella el costo al que se disparó el alimento balanceado.
Lo que no se sabe aún es cómo. Todavía es un misterio. Hay demasiada preocupación y muy poca acción.
La Secretaría de Agricultura de la Nación también prometió a las economías regionales una reducción en los aranceles de exportación, lo cual en teoría estimularía las exportaciones del sector para el inicio del 2023.
Consumir lácteos hace bien. Los produce el campo argentino. ¿Qué es lo que falta para que todo el país se ponga la camiseta y salga orgullosa e identificada, a hacerle hinchada?
Valeria Guzmán Hamann
EDAIRYNEWS