La idea de contar con una hoja de ruta comenzó a pergeñarse en 2005, con una consulta a todos los referentes sectoriales, para ver si estaban dispuestos a plantearse objetivos de largo plazo que redundaran en el crecimiento de la cadena. Todos dijeron que sí y el trabajo se hizo, pero por diferentes razones nunca llegó a plasmarse.
El objetivo, en ese momento, era poder marchar hacia la conformación de un instituto, tal como el Instituto de la Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) o la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar), que contara con un aporte obligatorio de los actores del negocio lechero y pudiera entonces solventarse con financiamiento propio.
Pero el conflicto entre el campo y el Gobierno en 2008 por la Resolución 125 complicó primero el avance de esta construcción público-privada. Luego hubo excusas de todo tipo y color para no hacerlo. Como sea, mantener viva aquella llama para un pensamiento de largo plazo sigue siendo el eje fundamental del trabajo de la Fundación para la Promoción y Desarrollo de la Cadena Láctea Argentina (FunPel), que Mozeris gerencia actualmente.
“En aquel ejercicio de planificación estratégica en la cadena lechera habíamos trazado seis ejes de cara a la competitividad, de los cuales dos serían prioritarios: las estrategias económico comeciales de la cadena que levantaba muchos de los puntos del acta de San Francisco (firmada por todos los actores en 2002), y el área institucional, ya que se necesitaba una organización con financiamiento propio que pudiese ejecutar los proyectos de mejora competitiva sectorial”, recordó Mozeris a Bichos de Campo.
Mirá la entrevista completa a Gustavo Mozeris:
Aunque la Funpel sigue trabajando y generó, de hecho, productos interesantes como el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), finalmente aquel objetivo principal quedó a medio hacer, ya que hoy no cuentan con instituto propio ni se logró un trabajo conjunto para lograr elevar la producción de lecha a los vaticinados 18 mil millones de litros anuales. En rigor, la producción lechera de la Argentina continúa estancada en 10 mil millones de litros desde hace más de veinte años.
“En realidad esa cifra (de 18.000 millones de litros) nunca estuvo trazada como objetivo, sino más bien como una idea de hacia dónde podíamos marchar”, aclaró Mozeris. Agregó que -en términos de ejecución de los seis ejes del plan- “la Funpel los cuidó y los mantuvo como ideas generales de consenso en aquellos años, pero nunca se generaron los proyectos sectoriales que marcharan en esa dirección; sigue pendiente el poder avanzar de modo colectivo”.
Lo que queda en evidencia detrás de esta historia es que, tanto el sector privado como el Estado no pudieron pasar del diagnóstico a los hechos. Para el gerente ejecutivo de la Funpel, “esta es una responsabilidad conjunta. Pero al sector privado siempre le costó esa relación con el Estado. En esta puja entre el diseño de la política pública y el accionar de los privados tuvimos muchos problemas de relacionamiento”, reconoció.
“Creo que la Funpel es la base para generar una institucionalidad más seria y con mayor participación”, confió Mozeris, quien es profesor de la facultad de agronomía de la UBA. Allí viene estudiando los sistemas agroalimentarios desde hace tiempo. Por eso sabe que estos procesos de construcción colectiva “son largos y requieren muchísimos años”.
“Nos tocó ver el caso de la lechería australiana, y también a ellos les llevó muchos años; sin ir más lejos, hoy están de cara a un proceso de revisión interna”, remarcó.
Más allá de que crear lógicas compartidas requiere de un proceso de evolución permanente, Mozeris manifestó que “aunque la Funpel tenga una visión unánime de hacer una lechería sustentable en lo económico, social y ambiental, la competitividad estará condicionada por los aspectos macroeconómicos del país”. Es otro argumento válido, que excede por completo al sector.
Como máxima expresión de deseo, Mozeris dijo que a futuro le encantaría “que un australiano, de gira por el mundo, vaya a algún país del planeta y encuentre productos argentinos, o que un neozelandés se encuentre con un broker internacional en China y decida comprarle a los argentinos porque ellos cumplen mejor.
“Eso me encantaría y es mi sueño de una lechería que tiene todo para poder hacerlo”, se ilusionó.