Luego de haber cerrado hace un mes su tambo en Cañada Rosquín, 146 km al centro oeste de esta capital, Alejandra Badino, de 57 años, ve que la acecha la frase “sálvese quien pueda”.
En ese momento, obligada por el presente de los productores lácteos del interior del país, cerró su tambo y alquiló sus vacas porque no podía seguir manteniendo la actividad ante “la falta de una política para la lechería que incentive a los productores”.
Treinta días después, lejos de encontrar respuestas, enfrenta un panorama más incierto todavía. “La verdad es que nunca esperé algo de nadie, pero cada día que pasa me siento más vacía. Trabajé toda mi vida y realmente no sé qué hacer porque ahora está todo más complicado”, lamentó la tambera en diálogo con LA NACION.
Y agregó: “Después que mi situación trascendiera por este diario, me escribieron colegas que les pasó lo mismo y otros que estaban sin saber qué hacer. Pero no pasó nada más. Algunos, incluso políticos, dijeron que estaban interesados en conocer lo que me estaba sucediendo, pero nunca me llamaron”.
Pero más allá de los sentimientos encontrados, la productora tiene que pensar en resolver cuestiones económicas y financieras del momento. “Para cobrar el alquiler de 30 vacas tuve que inscribirme como monotributista. Pero todavía no cobré nada porque la fábrica [de leche antes entregada] se toma su tiempo. Y los animales que vendí recién los cobraré a los 45 días. Además, el precio, ante la circunstancia que enfrentaba hace un mes, fue menor al establecido por el Siglea (Sistema Integrado de Gestión de la Lechería Argentina). Como si todo esto fuese poco, los intereses son altísimos. Por eso el tambero no puede más y si esta situación no se modifica, me duele decirlo pero se van a seguir cerrando tambos”, subrayó.
“Solo les pido a los que tienen responsabilidad en el tema que hagan algo. Hay mucho desaliento y este, el del tambero, es un trabajo que casi nadie quiere hacer por el sacrificio y por falta de rentabilidad. No obstante, uno deja todo por su tambo, por sus vacas. Es mi caso: extraño mucho, muchísimo, mi trabajo”, insistió.
Badino no ocultó su fastidio por lo que está viviendo y el desaliento que recoge cada día que pasa por no encontrar las soluciones suficientes para darle un giro al presente. “Te da mucha bronca que ni quienes alguna vez me distinguieron por el aporte a la lechería ni siquiera se hayan interesado en saber cómo estoy, qué pienso hacer. Ahí te das cuenta que son solo una pantalla política….”, señaló.
Reiteró lo que hace un mes atrás sostuvo en diálogo con este diario: “Ya somos muchos los (productores) que cerramos las tranqueras. Lamentablemente, van a seguir cerrándose tambos porque es obvio que la dirigencia política del país no entiende qué se debe hacer con la lechería argentina”.
Según se comentó oportunamente, la productora alquiló algunas vacas para tener un ingreso. Aprendió las labores inherentes al tambo cuando tenía 11 años, junto a su padre y no reniega de lo vivido. Aseguró que le “gustaría poder seguir en la actividad”, ya que “llegar a mi edad y no saber qué hacer es difícil. Quisiera trabajando, gestionando una guachera, un tambo”, amplió.
Buen día !! Cómo saben algunas de mis vacas se fueron a tambo así podía seguir con lo qué amo y para tener obvio una entrada de dinero .Me tuve qué hacer el mono tributo cumplo con la ley ..Es una vergüenza lo qué la fábrica paga la leche y todavía no se cobro estamos muy mal 👇🏽 pic.twitter.com/e4AJU5mKUA
— Alejandra Badino (@AlejandraBadino) May 17, 2024
No obstante, pese a lo conocido, las soluciones no llegan. Es solo una muestra de lo que sucede en el sector en estos meses. “Pero si las soluciones se demoran tendremos menos producción y menos productores. Quedarán los que puedan salvarse”, apuntó.
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