El Banco Mundial realizó una radiografía del sector y lo reflejó en un informe inquietante. Entre 2011 y 2020 cayó el valor agregado de la agroindustria, respecto de la década anterior.
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"A diferencia de Estados Unidos y Brasil, que transforman la mayoría del maíz que cosechan en bioetanol y en carne, respectivamente, en la Argentina el cereal se exporta como grano, sin agregarle valor en una segunda instancia productiva"

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Una radiografía del sector agroalimentario argentino, realizada por un minucioso informe del Banco Mundial, refleja la pérdida de competitividad relativa frente países similares. Los datos muestran que sigue siendo clave para motorizar el desarrollo y la inclusión y que crece en términos absolutos, pero es el único país líder del agro que decreció su participación en el mercado global.

Diego Arias, gerente de la Práctica de Agricultura y Alimentos del Banco Mundial, precisó que “el sector agroalimentario de Argentina ha mostrado un crecimiento general, pero es necesario realizar cambios en las políticas para mantener su competitividad en el mundo y reducir su vulnerabilidad a los impactos externos”.

En los últimos 10 años disminuyó la inversión relativa de este sector en investigación y desarrollo. Los productores agropecuarios y la producción de alimentos son hoy más vulnerables, por la dependencia de los recursos naturales y la falta de acciones para aumentar la resiliencia climática, especialmente en lo que refiere a las sequías.

El Banco Mundial advirtió que la Argentina es el único país líder del agro cuyas exportaciones están disminuyendoEl Banco Mundial advirtió que la Argentina es el único país líder del agro cuyas exportaciones están disminuyendo

El informe “Hacia un sector agroalimentario más competitivo, inclusivo y resiliente en Argentina”, es una evaluación realizada por el Banco Mundial con el fin de respaldar la formulación de políticas públicas y programas relativos al sector agropecuario. Se abordan temas como el desempeño y las tendencias históricas del área, y opciones de políticas para promover el desarrollo futuro del sector, integrando experiencias locales e internacionales.

Según explicó Arias, no sólo se requiere “destrabar” o desactivar políticas públicas que impactaron al sector, sino que además “es importante reenfocar las inversiones y crear consensos a futuro fomentando la colaboración público privada. Con esas reformas, el sector puede reencauzarse como un motor de desarrollo y liderazgo global”.

El diagnóstico asume que Argentina es líder mundial en la producción y exportación agroalimentaria. Sin embargo, se señala que “sólo la previsibilidad y continuidad de políticas permitirán que el sector desempeñe un papel de mayor peso en la recuperación económica del país, generando empleos, ingresos, seguridad alimentaria y resiliencia, y beneficiando a todos los ciudadanos y al medio ambiente.

Productividad y nuevas tecnologías

Las principales conclusiones del Informe siguen mostrando que el sector agroalimentario es fundamental para la prosperidad, la reducción de la pobreza y el desarrollo sostenible de Argentina.

En 2021, las cadenas de valor agrícola y agroalimentaria representaron el 15,7% del producto interno bruto (PIB) total, el 10,6% de los ingresos tributarios, entre el 17% y el 24% del empleo en el sector privado, y el 61% de las exportaciones, lo que convirtió al país en el tercer exportador neto de alimentos del mundo.

El crecimiento de la productividad total de los factores en el sector agroalimentario ha superado el aumento general del PIB con un incremento del 3,7% anual desde 1973 debido a la adopción de nuevas tecnologías. Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) por unidad de producción han disminuido, principalmente por la adopción generalizada de prácticas de siembra directa en la producción de cereales.

El ecosistema de innovación de Argentina ha desempeñado un papel clave en el apoyo al crecimiento de la productividad impulsado por la tecnología en el sector agroalimentario, lo que ha aumentado la eficiencia en el uso de los recursos.

El desafío ambiental

Los impactos climáticos que sufre la producción agroalimentaria tienen efectos en cadena para la economía en general. Por ejemplo, la sequía de 2023 acentuó la escasez de dólares en el país y generó más inflación a través del aumento de los precios de los alimentos. La disminución de las precipitaciones provocó una caída del 45% en la producción de los tres principales cultivos, una disminución del 40% en los ingresos por exportaciones de soja y pérdidas totales por US$ 20.000 millones, equivalentes al 3% del PIB. Las sequías de 2018 y 2009 se asociaron de manera similar con la depreciación del peso y la contracción del PIB.

Inversión y políticas públicas

Un sector agroalimentario resiliente es fundamental para el desempeño macro-fiscal de Argentina. Las limitaciones relacionadas con el marco de políticas públicas, los patrones de desarrollo y las prácticas de producción insostenibles están creando desigualdades y limitando el crecimiento del sector.

En la última década, las exportaciones agroalimentarias han caído un 1,3% anual, y la participación de Argentina en los mercados agroalimentarios internacionales disminuyó del 2,7% en 2011 al 2,2% en 2021. El apoyo que se brinda a los productores en el país es menor en comparación con el de sus competidores internacionales: alrededor del 20% de los ingresos agropecuarios brutos entre 2019-2021.

Algunas medidas, como las restricciones a las exportaciones y los impuestos a la exportación elevados y variables, afectan específicamente al sector agroalimentario. Otras políticas, como los tipos de cambio diferenciados, las restricciones a las importaciones y el impuesto a los ingresos brutos, repercuten en todas las áreas de la economía. Mientras tanto, el sector muestra un bajo nivel de inversión en bienes y servicios públicos, como la investigación, el fortalecimiento de las capacidades, la gestión de los recursos naturales y la infraestructura rural.

Claves para ser más competitivo, inclusivo y resiliente

Los patrones de crecimiento actuales han tenido consecuencias en la deforestación, las emisiones de GEI, la disponibilidad de agua, la salud del suelo, el desarrollo regional y la desigualdad de ingresos, lo que ha puesto en tela de juicio la sostenibilidad ambiental y social de los enfoques actuales.

El informe del Banco Mundial también destaca que “las políticas distorsivas han dañado especialmente a los pequeños productores de zonas más remotas, con márgenes más bajos de rentabilidad y un menor acceso a servicios. Dado que los gravámenes al sector ganadero de Argentina se ubican entre el 49% y el 57%, las ganancias de los productores de carne vacuna (principalmente de pequeña escala) se han visto duramente afectadas, lo que ha reducido su capacidad de inversión y los incentivos para mejorar las prácticas de producción”.

En el ranking de países exportadores de agroalimentos, la Argentina compite por el segundo puesto con Países Bajos, mientras que Brasil es es líder indiscutido.En el ranking de países exportadores de agroalimentos, la Argentina compite por el segundo puesto con Países Bajos, mientras que Brasil es es líder indiscutido.

Entre 2001 y 2014, Argentina también perdió más del 12% de su superficie forestal, y los productores y el sector público no han invertido lo suficiente en la gestión de los recursos hídricos. Si no se implementan medidas de adaptación, los daños causados por las inundaciones podrían reducir el PIB en un 0,5% al año para 2060, y las sequías persistentes podrían provocar una disminución del PIB de un 4% anual para 2050.

Aproximadamente el 50% del consumo doméstico de alimentos es producido por las pequeñas unidades de agricultura familiar en todo el país. A pesar de la importancia de este segmento en el desarrollo territorial, la pobreza rural se mantiene elevada, en especial entre las comunidades indígenas.

Con una nueva visión y un entorno normativo más adecuado, el sector agroalimentario puede consolidar su rol como generador de ingresos, empleos, seguridad alimentaria y resiliencia.

Tres esferas prioritarias

Con un nuevo enfoque se podrían abordar tres esferas prioritarias:

• Competitividad agroalimentaria y rendimientos económicos

• Inclusión socioeconómica

• Resiliencia y sostenibilidad ambientales

El avance en estos tres frentes implica la adopción de reformas que aborden los apoyos distorsivos y negativos al sector; ofrezcan redes de seguridad para los consumidores nacionales de alimentos y los productores agropecuarios más vulnerables; mejoren el acceso al financiamiento para inversiones de mediano y largo plazo, y reduzcan la exposición a los riesgos climáticos y económicos que afectan al sector, con énfasis en los bienes públicos y en el impulso a la inversión privada.

“La mejora de la resiliencia en el sector agroalimentario allanará el camino hacia la recuperación económica”, aseguró Arias.

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