Gustavo Augel es un productor lechero bonaerense que con 1.800 litros diarios le da pelea a la crisis actual y a los eternos problemas del sector.

Los productores chicos son los que más padecen cualquier impacto en la actividad y en estos días, todos los movimientos del sector lechero frente a la crisis del coronavirus se sienten con particular intensidad, no sólo en lo inmediato, sino en la proyección que la lechería hace en el mediano plazo.
La odisea del “tambo chico”
En un viaje virtual por la Ruta 41, una tranquera entre San Miguel del Monte y Lobos se abre para conocer la realidad de Gustavo Augel, un productor, “activista” de los tambos chicos, en una de las tantas zonas lecheras de Buenos Aires.
Siendo la tercera generación de tamberos de la familia, heredada la actividad de su abuelo y siguiendo el trabajo de su padre en ese campo, fue a partir del año 2000 que se iniciaron con su hermana, Jaquelina, que se encarga de la parte administrativa y Gustavo como responsable de la siembra, producción, reproducción y sanidad.
El agobio de la crisis de 2001 generó una oportunidad. “Esa fue una etapa tétrica de la lechería, porque la leche se pagaba sólo unos centavos y a partir de eso mi papá nos dejó el tambo. Sorteamos esa etapa y pudimos llegar a 2007 y 2008 que nos fue un poco mejor, pero a partir de ese momento todo siguió para abajo, llegando a 2015 hasta hoy que seguimos sumando los peores años de la empresa, porque no tenemos un respiro y por eso nos seguimos achicando”.
Entre menos cultivos y rodeos más chicos, lejos quedaron aquellos tres mil litros conseguidos hace más de una década y con 96 vacas en ordeñe actualmente el promedio está en 1.800 litros diarios, con unos 20 por animal. “Hablando de lo económico, los últimos cuatro años no nos resultaron buenos, vendimos muchas vacas sobre todo en los últimos dos, pero nunca pude agregar animales nuevos. Todas las vacas de descarte terminaron sustentando otras cosas, los silos, las praderas, los fertilizantes”. A eso agrega Augel que “2018 fue un año climáticamente malísimo porque perdí 40 hectáreas de alfalfa, animales; y durante 2019 se terminó de complicar tranqueras adentro”.
A modo de autocrítica explica, “tuve un mal manejo de la situación, porque tuvimos que dedicarnos más a los números para ver si podíamos salir adelante y dejamos de lado la inseminación, los plazos de los tactos a dos meses, se bajó la calidad del balanceado, coincidió con la salida de una persona que hacía muchos años trabajaba en el tambo y hasta poder reemplazarlo pasaron otros cuatro trabajadores en el medio, sobrecargando al tambero”.
“El año pasado tuvo un conjunto de situaciones complicadas que me llevaron hoy a la situación en la que estoy”. De todas maneras entre septiembre y octubre pasado se intentó recuperar tiempo con trabajo de inseminación que le permiten tener a cien vacas secas preñadas y más de 30 vaquillonas también preñadas, lo que le permitirá poder trazar un cambio en el horizonte, sin embargo reconoce, “de acá a la primavera tengo algo muy importante en el medio que es el invierno”.
Augel entiende que reaccionó tarde, sin embargo podría volver a ordeñar un número que cree “más normal” entre 150 y 160 vacas, para duplicar la materia prima diaria que obtiene hoy.
“La política debería acompañar”
Actualmente en el aislamiento el consumo deteriorado y muy modificado, hacen que cualquier proyección sea efímera, sin embargo en su zona, “actualmente el clima viene acompañando, parece todo normal y podría seguir así todo el invierno, sin mucha agua”, a pesar que el fin de semana llegaron a sumar más de cien milímetros, casi como una muestra de la naturaleza siempre presente.
El tambo entrega la materia prima a una pequeña empresa en San Miguel del Monte que procesa hasta 30 mil litros diarios, que hoy tiene más debilidades con un recorte de ventas que llega hasta el 40 por ciento de las cifras que venía manejando. “Esta pyme ya me pidió que hagamos el esfuerzo juntos y con eso viene un precio mucho más bajo y por ahora no me hablaron de recortar la producción”, explica mientras se recuerda que el vínculo que tiene con la industria lleva más de una década y los 12 kilómetros de ruta que los separan son fundamentales para sostener el vínculo comercial. De un litro cercano a los 18 pesos en marzo, terminará recortando un peso para las entregas de este mes de abril.
Desde su mirada en el mediano plazo y con toda la crisis en marcha, “los productores que entregan a grandes industrias no van a estar muy afectados, aunque no va a haber subas de precios, pero con el beneficio de tener un mejor mercado y posibilidades de exportación”. En tanto, “el productor chico que le entrega a una pyme creo que va a tener una situación más difícil, más aún si entendemos que tambo e industria van a la par, por eso hay que sostener a estas dos partes de la lechería, para que la leche no se vaya a las grandes y se pueda sostener la actividad”.
El traspaso de leche entre pymes y grandes es hoy una situación más notoria que en los últimos meses y la manera en la que se trabaje la materia prima será fundamental, porque con exportaciones en declive, cualquier sobrestock puede ser nocivo para el mercado interno.
Ver también: Lácteos: la cuarentena cambió los patrones de consumo
Desde el tambo se ve una debilidad en las pymes que debiera ser atendida por decisiones firmes que no puede dar más que quienes toman las decisiones.
“La política debería acompañar muchos más, no sólo a la lechería, sino a todo el sector agropecuario. Eso es lo que nos está faltando”. Gustavo Augel reclama algo que está listo y no se activa, los mercados institucionalizados, con una clara visión del negocio que promueve Confederaciones Rurales Argentinas, Carbap o la propia Sociedad Rural de Lobos, a la que pertenece. Pero del mismo modo “poder tener reuniones con el Gobierno, donde participe toda la cadena y así poder construir una lechería en serio”.
Hoy los protocolos se cumplen en las explotaciones, más limpieza, más restricciones en la circulación dentro del campo, distanciamiento en todas las tareas, pero reconoce este productor que “cambiamos el manejo, pero por más que cumplamos con todas las medidas, sentimos que no estamos exentos de tener contacto con la enfermedad”, que es en definitiva lo que todos piensan en medio del aislamiento, la pandemia y el bombardeo de información.
La tarea diaria vale la pena
Siempre desenterrando las patas del barro, superando las crisis y los problemas de una producción a la que hay que tenerle afecto, es este un caso para tener en cuenta.
¿Por qué los productores siguen adelante? Esto es algo que se preguntan quienes están dentro y fuera del sector más a menudo de lo que puede imaginarse. Pero el amor por la actividad, por las vacas y la tradición de producir alimentos es la clave de la actividad.
“Yo siempre voy a defender al tambo chico, porque vale la pena”, así termina de contar cómo es su trabajo Gustavo y de qué manera encara todos los días su trabajo, difícil, poco rentable, pero reconfortante en el fondo del camino.
“El tambo chico necesita a más gente que lo defienda, esta es una pelea que doy siempre. Sería buenísimo que fuéramos más los que hagamos esta defensa en todo el país, porque en todos lados hay tambos chicos, ese es el origen de la lechería en la Argentina y tienen que seguir existiendo”.
Para Gustavo Augel la tarea diaria vale la pena, el esfuerzo de cada campaña también, porque sabe que de su tambo sale un aporte que trasciende lo económico e impacta en lo social, en la cercanía de su explotación que tiene un valor de excepción que no logra otra actividad.
Las comunidades lecheras en el país son muchísimas y diversas, pero tienen hoy un desafío común que es la de sobrevivir al impacto de la pandemia y superar las limitaciones propias de un sector productivo deteriorado por las eternas diferencias de criterio internas; y el desamparo político.

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