Se enfrentó con el gremio Atilra y con las resistencias al cambio de sus mayores.

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La firma Lácteos Mayol elabora todo tipo de quesos y dulce de leche desde 1936. La fábrica se encuentra a varios kilómetros de la localidad bonaerense de Gobernador Udaondo, en medio del campo, y fue fundada por Ernesto Mayol, su bisabuelo, que llegó de Paraguay casi sin estudios, fundó un pequeño tambo en esa zona -conocida como la Cuenca del Abasto- y advirtió luego que toda la leche se iba sin procesar en trenes hacia Buenos Aires. Allí decidió, 85 años atrás, agregarle valor.

Paulina recuerda la gesta de su bisabuelo, que fue continuada por su abuelo, su padre y su tío, con una bandera de Paraguay al lado de la argentina, en el acceso a la pequeña planta.

Ella parece darle mucho valor a esa historia y fue por eso que hace unos pocos meses ganó algo de fama en los medios cuando su familia decidió enfrentar al poderoso gremio de la industria láctea Atilra, que bloqueó de modo violento el lugar exigiendo que se afiliaran bajo su convenio colectivo todos los trabajadores, incluso los del campo que tenía la pyme láctea. Eran 14 sus empleados en total.

“Si había algo malo, yo estaba dispuesto a regularizarlo. Pero me planté e hice las denuncias correspondientes por las que aún esperamos el accionar de la justicia, por los métodos que eligió el gremio para reclamar. Me dolió que actuaran destruyendo las fuentes de trabajo”, explicó a Bichos de Campo la gerenta de Lácteos Mayol. Es que luego de estudiar la carrera de contadora, la mujer de poco más de treinta años decidió volver a Udaondo y hacerse cargo de la empresa familiar de casi un siglo. Seguro que ése, más que pelear con el gremio, es el gran desafío que ahora enfrenta.

Mirá la entrevista completa a Paulina Mayol:

Cuando Paulina volvió a trabajar en la firma de su familia también chocó en muchas ocasiones con su padre Luis y su tío Dardo, que estaban acostumbrados a hacer las cosas de modo mucho más artesanal: trabajaban y trabajaban sin parar. Los choques de cultura fueron tanto o más intensos que con el gremio.

Es que la joven contadora advirtió de inmediato que había que profesionalizar muchos procesos y hasta modificar el rumbo productivo de la empresa familiar, para evitar un choque que parecía cantado. Paulina aclara que a sus mayores “no les reprocharía nada a ellos, ni loca”, en referencia a que ellos lograron sostener la láctea por 80 años a costa de trabajo. Pero había que girar el timón. Estaba convencida.

“El hecho de ser mujer quizás llevó a que algunas cosas costaran mas y la falta absoluta de profesionalización generaba una resistencia muy fuerte al cambio, en parte por miedo a lo nuevo y al fracaso. Fue un trabajo de hormiga en cada uno de los sectores de la empresa”, explicó.

Había mucho que cambiar, empezando por el packaging de los quesos y el dulce de leche, que era azul y oro porque su tío era fanático de Boca y hasta pintó toda la fábrica con los colores de ese club.

En ese proceso de profesionalización, un veterinario llamado Joaquin Chiozza Logroño comenzó a manejar el tambo de la familia, produciendo cambios importantes tales como asegurar las reservas de alimentos para que las vacas puedan pasar el invierno sin depender de la compra de rollos o granos fuera de la empresa. También comenzó a variar la genética del plantel lechero, pasando paulatinamente de la raza Holando hacia Jersey, que ofrece una leche con más sólidos, más funcional para la industria.

“Joaquín es nuestra mano derecha en el campo y un apasionado de lo que hace buscando de modo permanente la innovación. Gracias a él comenzamos a migrar hacia una explotación agroecológica. Empezamos a producir casi el 100% de las reservas que tenemos en el campo y a producir nuestro propio alimento balanceado”, resaltó Paulina Mayol.

“La idea de la producción agroecológica no comenzó pensando en el negocio en sí sino en tener una mayor conciencia sobre el cuidado ambiental. Estamos convencidos de trabajar en esa línea. Luego, si podemos sacar alguna ventaja de este proceso, trataremos de hacerlo. Pero de momento nos importa producir de modo amigable” con el ambiente, recalcó Paulina.

El tambo aporta el 60% de la leche diaria que procesa la planta para hacer quesos de todo tipo, y un dulce de leche muy reconocido por su sabor. La fábrica de los Mayol tiene un par de proveedores más en la zona, pero Paulina reconoce que “es difícil conseguir leche en la zona porque ningún productor nuevo nos entrega”. La mayoría prefiere seguir entregando su leche, como en tiempos de su bisabuelo, en 1936. Vacalin es la principal compradora en la zona.

“Veo en el tambero de toda la vida la resistencia a un cambio de usina o a un cambio de esquema y así diversificar sus riesgos. La realidad es que hay estructuras muy arraigadas en la zona y muy difíciles de librar”, reflexionó.

“Lo que una más quiere es generar fuentes de trabajo en su pueblo, pero lo acontecido con Atilra me hizo repensar el modelo de empresa”, comentó paulina Mayol, quien se vio obligada a retroceder con una serie de inversiones previstas en la planta láctea, para cumplir compromisos con otras empresas alimenticias. Incluso pensaban ponerse a producir dulces de otras frutas, para proveer a un socio mucho más grande que ellos. Pero el conflicto paralizó esos emprendimientos.

“Abandonamos proyectos de crecimiento y de diversificación. La idea era migrar a la producción de otro tipo de dulces y teníamos un proyecto en desarrollo con Molinos Cañuelas pero hoy lo pusimos en el freezer, a la espera de resoluciones judiciales ya que no sabemos si tendremos que reincorporar a personal despedido imputado en la causa penal” que se inció tras el bloqueo de Atilra, sintetizó.

Mayol trabaja ahora con diez empleados, cuatro menos que antes y con un 40% menos de materia prima. Es una pequeña Pyme láctea que se aproxima a celebrar su centenario, si los contextos se lo permiten.

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