La relación de los Fissore con la actividad tambera viene de hace más de cuatro décadas, cuando en los 80 Don Alfredo compró unas tierras en Marull, en el norte de Córdoba, y armó el primer tambo familiar modelo de la zona con siete bajadas para 100 vacas. En ese tiempo, producía 30 litros de leche por vaca y por día con inseminación artificial y muy buena alimentación.
Tras vender ese tambo en los años 90, por cuestiones macroeconómicas la familia Fissore se encontró con una peculiar condición al adquirir un nuevo campo: debían comprar las 48 vacas que allí pastaban. La decisión de apostar nuevamente por la lechería no fue fácil, pero demostró ser acertada a lo largo de los años.
Sin embargo, todo volvió a cambiar en el año 2008, cuando una tormenta de granizo y viento asoló el establecimiento, destruyendo prácticamente todos los recursos. La situación parecía desesperada: ni pasto, ni cosecha, ni vacas en condiciones óptimas. Aun así, en medio de esta adversidad, los productores decidieron encerrar a las vacas y cambiar radicalmente su enfoque. El caso de los Fissore fue uno de los elegidos por la organización del Congreso Internacional de Innovación Láctea (CIIL) y difundido por la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).
A partir de la tormenta, tomaron la decisión de que el sistema productivo pasara de 100% pastoril a un dry lot (vacas en piquetes al aire libre donde reciben alimentación, sin acceso al campo), que permitió aumentar la producción individual, luego de tomarle la mano al sistema durante un tiempo.
La decisión de encerrar al ganado marcó un punto de inflexión en la historia del establecimiento. La eficiencia productiva aumentó significativamente, y Nicolás Fissore, nieto de Don Alfredo, quien había dejado sus estudios para trabajar en el campo, comenzó a involucrarse aún más en la gestión del negocio. A través de charlas y aprendizajes compartidos con otros productores, comenzaron a implementar tecnologías y estrategias innovadoras.
“Se decidió virar hacia un esquema más moderno, con fosa y 12 bajadas, para ordeñar 200 vacas en tres horas”, contó el productor de 32 años quien, tras el fallecimiento de su padre en 2021, tomó las riendas del campo de 1200 hectáreas, parte del cual alquila a otros integrantes de su familia.
“Al encerrar las vacas, vimos que producían más. Luego empezamos a trabajar con inseminación artificial para producir terneros con conformación carnicera que sirvieran para la recría en un feedlot que también desarrollaba la empresa”, dijo.
Uno de los cambios más notables fue “la implementación de un plan nutricional más completo y detallado”. Con la asesoría de un nutricionista, comenzaron a ofrecer a las vacas proteínas y subproductos que compensaran la falta de pasto en el encierro. Esto resultó en un aumento significativo en la producción de leche, pasando de 17 litros por vaca al año en 2008 a 30-35 litros en 2013.
Según contaron, la adopción de tecnologías como la medición electrónica individual de las vacas permitió evaluar el rendimiento de cada animal y tomar decisiones basadas en datos concretos. La inversión en galpones con camas frías también contribuyó a mantener la producción de leche más estable durante todo el año, evitando los descensos bruscos causados por el estrés calórico y las condiciones adversas.
En la actualidad, el Establecimiento Don Alfredo cuenta con 680 vacas y produce en promedio 41,5 litros por vaca, difundió la BCR. Han logrado reducir significativamente la mortalidad en la cría y la incidencia de enfermedades en las vacas adultas.
Con un equipo de 40 empleados divididos en áreas de administración, recursos humanos, mantenimiento, agricultura y asesoramiento, el enfoque en el trabajo en equipo y la constante supervisión de los objetivos financieros han sido clave para el éxito continuo de la empresa.