El precio de la leche al productor volvió a mostrar señales de estancamiento, mientras el aumento de los costos erosiona con fuerza el poder de compra y presiona sobre la rentabilidad de la actividad.
Según datos oficiales de la Secretaría de Agricultura, en noviembre el precio promedio del litro de leche se ubicó en 475 pesos, el mismo nivel registrado en los dos meses previos. Esta falta de actualización ocurre en un contexto de suba sostenida de los costos, especialmente aquellos vinculados a los granos y a otros insumos dolarizados.
El deterioro también se observa al analizar el valor en dólares. El precio ronda los 33 centavos por litro y acumula cerca de un año de caída sostenida medido en moneda estadounidense. De este modo, el ingreso no solo pierde frente a la inflación local, sino que además retrocede frente al tipo de cambio, configurando un doble impacto negativo sobre el resultado del productor.
Hasta hace algunos meses, el freno en el precio no generaba una alarma inmediata, ya que los costos se mantenían relativamente contenidos. Las relaciones de precios entre la leche y los principales insumos eran favorables, en particular con el maíz. En ese escenario, un litro de leche permitía comprar cerca de 2,5 kilos de grano, una relación históricamente positiva que compensaba el atraso del precio.
Ese equilibrio se quebró. Actualmente, con un litro de leche se adquieren alrededor de 1,7 kilos de maíz y la tendencia muestra un nuevo deterioro. En términos reales, el poder de compra de la leche frente al cereal cayó casi 30%, lo que obliga a producir cada vez más litros para cubrir el mismo nivel de alimentación y eleva la presión sobre los márgenes.
En promedio, la rentabilidad aún se mantiene levemente en terreno positivo, pero con fuertes diferencias internas. Los sistemas más eficientes, de mayor escala y productividad, logran sostener resultados ajustados, mientras que muchos establecimientos medianos y chicos ya operan con números negativos, especialmente aquellos con mayores costos o menor eficiencia.
A este escenario se suma un problema estructural que sigue sin resolverse: la leche continúa entregándose a la industria sin conocer el valor final que se cobrará recién al mes siguiente, una práctica que agrega incertidumbre financiera en un contexto de márgenes ajustados.
Desde el punto de vista productivo, 2025 fue un año muy bueno. La Argentina cerraría con una producción cercana a los 11.600 millones de litros, un 9,5% más que el año anterior. Ese crecimiento se repartió entre el mercado interno y la exportación, con una participación creciente de esta última.
Sin embargo, el aumento de la oferta es una de las razones detrás del freno en los precios. A esto se suma el deterioro del poder de compra del consumo interno, que se orienta hacia los productos más económicos y de menor valor agregado, como la leche fluida.
En el frente externo, también aparecen limitaciones. Los precios internacionales bajaron alrededor de un 20% y el tipo de cambio se mantiene estable, en torno a los 1.450 pesos, reduciendo el ingreso por tonelada exportada. Si bien el volumen exportado creció y podría cerrar el año con cerca del 26% de la producción total destinada al exterior, los menores valores internacionales restaron competitividad.
De cara a 2026, el arranque del año se perfila con una inercia productiva todavía positiva. Incluso ingresando en el período estacional de menor producción, se proyecta un crecimiento adicional de entre 3% y 5%. El desafío central será recomponer precios relativos y mejorar las condiciones de rentabilidad, en un escenario donde el problema ya no parece ser el volumen, sino la sostenibilidad económica de la cadena.
Fuente: Bichos de Campo
