Nació en Esperanza hace 38 años, y desde hace 15 que se dedica al tambo. En los últimos tiempos, se transformó en un referente de la cotidianeidad del trabajo lechero aprovechando las redes sociales a través de fotos, comentarios, críticas y ponderaciones a esas lecheras con la que comparte su faena de todos los días. En el día de la mujer, conversó con Campolitoral, y en su testimonio se pone de relieve el rol trascendental de las mujeres del campo.
“Arrancamos juntos con mi marido, yo como ordeñadora. Al principio empezamos en Córdoba, y luego nos vinimos para Santa Fe”, recuerda. “Uno arranca queriendo buscar más, y ya con mi primer hija nacida quisimos apostar a otra cosa, y nos vinimos para la zona de Humboldt chico. Esta es una actividad que te hace conocer muchos lugares”, reconoce. “Mi marido se dedica a las máquinas, a dar la comida a las vacas, y yo al ordeñe, a la crianza de los terneros, y a la parte administrativa del tambo (el recuento de animales, nacimientos y fichajes)”, agrega.
En el establecimiento en el que trabajan, el impacto de la crisis productiva se respira día a día. “Hace 3 años era un tambo de 3.000 litros, y ahora estamos en 1.200 lamentablemente, con 103 vacas en ordeñe. Desde que llegamos nos golpea el clima, el gobierno; pero yo le digo al patrón que siga, que hay que seguir”, insiste.
Lidia tiene 4 chicos que van a la escuela, a 1.5 km del tambo. “Se van en bicicleta, porque acá no hay peligros de nada”, admite. Pero se muestra preocupada ya que este año la mayor empieza el secundario, y hay que llevarla hasta el pueblo, “y va a ser una odisea por los horarios y por los caminos. Hoy estamos rogando que componga porque el estado de los caminos no ayuda, así que estamos buscando una estrategia para que no falte”.
Compañeras
Lidia reconoce que la va a extrañar. Es que la mayor es su compañera en la fosa. “Con ella nos complementamos”, reconoce. Y agrega que la mirada de la mujer tiene algo que va más allá de la del hombre. “El hombre va y ejecuta, la mujer le busca la vuelta, y nuestro trabajo requiere mucho de eso: observar a las vacas, (que son animales sensibles) y la mujer tiene la capacidad para entenderlas. Una está con ellas todos los días, y enseguida ves si tienen algo. ¡Todos los días se ven los detalles!”, asegura.
Proyectos
La rutina arranca temprano en el tambo. A la 1 de la madrugada se inicia el primer ordeñe, que dura hasta las 3. Se le da la leche a los terneros y se hace la limpieza. “Nos vamos a descansar hasta las 6, cuando se levanta a los chicos para ir a la escuela, y me reparto un poco con la vacas y los terneros, dándole agua, la comida, y recorriendo el lote de las lecheras”. Al mediodía se almuerza, y a las 13 hasta las 15 o 16 hs. realizan el segundo ordeñe . “A las 19 me voy a la escuela tranquila”, explica, en relación a su último año de cursado de la Escuela Nocturna. Como si fuera poco, Lidia este año se recibe de Bachiller, y va por más.
“Esta es mi último año de Escuela nocturna, todos los días de 19.30 a 20.30 hs. en el pueblo. Estoy con todas las pilas para terminarlo y hacer algún posgrado de producción primaria y sumar capacitación para estar al frente de un tambo, con más conocimiento”. Según ella, el enfoque pasa por el tema de la fosa y la guachera, y poder estar al frente de un equipo de trabajo para poder guiarlos. “Me siento con la capacidad de poder enseñar, sobre todo en crianza y el tambo, pero obviamente que se requieren estudios”, reconoce.
Finalmente, admite que no es una actividad fácil, y que a los tamberos se los pone a prueba cada día. Por eso, consultada sobre la fuente de esa mística que la impulsa a seguir, pese a todo, apela a su entorno. “Mirar para arriba, respirar hondo y decir: ayudame. Porque entre los animales te das cuenta que esto no puede terminar acá, y eso trato de transmitirlo a mi familia y a mi patrón”.
Y apela una vez más a ese vínculo íntimo con esas “gordas” que le regalan las fuerzas para seguir. “Mientras haya gente que tenga ganas, Fe y ponga lo mejor de uno en esto va a seguir. ¿Cómo no ver las vacas y los terneros y decir que este es el mejor trabajo del mundo?”, afirma con una vocación inquebrantable.
“Es inexplicable lo que te sale de adentro cuando estás con ellas, cuando las ves ser madres, o criar a los terneros. Es un vínculo que conectás con ellas que es increíble. No sé si saben o no, pero te reconocen y saben que vos querés lo mejor para ellas, y te lo devuelven”. Y se despide, fiel a su estilo: “si se sigue con firmeza esto va seguir y va a mejorar. Si todos ponemos un poco de nosotros”. Feliz día, Lidia.