La Banda Oriental comunicó formalmente que empezará a evaluar discutir tratados comerciales con otros países y bloques, sin respetar las reglas fijadas hace más de dos décadas. La Argentina insistía con mantener "la regla del consenso".

Como un baldazo de agua fría cayó en Buenos Aires la noticia dada a conocer por Uruguay de comenzar a negociar por su parte, y sin el beneplácito de los demás socios, la posibilidad de sellar nuevos acuerdos comerciales “extrazona”, con terceros países o bloques, rompiendo de esta manera una tradición y mecánica que llevaba 20 años inalterada.

En el marco de una reunión preparatoria de la Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur, que tendrá lugar este jueves al mediodía, en forma virtual, para ceder la conducción rotativa del bloque de la Argentina hacia Brasil, el canciller uruguayo, Francisco Bustillo, comunicó oficialmente que su país dejaría de lado la obligación de discutir la concesión de preferencias arancelearias a otros países y bloques sin necesitar el acuerdo de los restantes socios, como fijó al comienzo de este milenio la Resolución 32/00 de la unión aduanera.

Para el Uruguay, la negociación independiente de acuerdos hace a “la modernización del bloque” y busca crear una agenda “sustantiva, ágil, dinámica, flexible y permanente”. A sabiendas del cimbronazo que la noticia generaría, desde Montevideo insistieron en que se reivindican como “miembros plenos” del Mercosur.

MAR DE FONDO

Sin decirlo, la administración que encabeza el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, busca poner en marcha un nuevo escenario que le permita negociar directamente con China, como han intentado frustradamente durante los últimos años ante la renuencia de los sectores industriales de la Argentina y Brasil.

A cargo de conducir el bloque hasta esta semana, el Gobierno argentino había protestado enfáticamente y hecho esfuerzos por lograr que los demás socios respetaran el principio del “consenso” como norma rectora del Mercosur. Desde la Cancilleria argentina declinaron, oficialmente, hacer comentarios al respecto. La molestia con la decisión uruguaya, sin embargo, fue notoria.

La tensión entre gobiernos había quedado de manifiesto en marzo, cuando Alberto Fernández convocó a una celebración por los 30 años del espacio de integración regional, que Lacalle Pou utilizó para reclamar la flexibilización y apertura del bloque, que para su país estaba siendo “un lastre”. El presidente argentino, notablemente enojado, le respondió en duros términos: “Si somos un lastre que tomen otro barco”. Parece que tomaron nota e hicieron caso.

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