Nueva Zelanda es el mayor exportador de productos lácteos del mundo, y su oferta caerá en picada y golpeará a su economía para la que la agricultura desempeña un papel importante… y no sólo a su propia economía.

Desde afuera, un negocio floreciente, puede verse como algo basado únicamente en lo lucrativo, que se lleva a cabo con automatismo técnico: dinero, infraestructura, capacitación, dueños, patrones, tareas, empleados.  

Pocas veces nos detenemos a pensar que detrás de una empresa hay personas que dedican su existencia a construir y desarrollar con alma, corazón y vida esa actividad económica, que además las define.

Sin duda que hay actividades que son más emocionales que otras, pero especialmente lo son aquellas que involucran a nuestras familias, y a nuestra forma de vida toda.

Tal es el caso de un granjero, que no cierra su oficina a las 6 y se va a su casa a hacer otra cosa, un granjero vive en su medio laboral, un granjero es granjero 24 horas, 7 días a la semana, los 365 días del año, y por añadidura, su familia también lo es.

Esta guerra no es espontánea. No se levantó alguien en el campo un día, conociéndolo y habiéndolo vivido, y viendo cómo funcionaba todo dijo: “las granjas lecheras son todo lo que está mal, mirá lo que le estamos haciendo al planeta”. Alguien desde su escritorio en la ciudad diseñó un plan para dividirnos, y reinar ¿Y saben qué? Ya somos sus súbditos.

Las historias apocalípticas del horror animal y el mundo implosionando en un colapso medioambiental causado por esos mismos animales no son un pronóstico científico, son una espectacular y exitosa estrategia de marketing:

¿Qué tal enterarte que tomando ese vaso de leche que te insto a beber cada día, estás aportando a la ruina de todo lo conocido? 

 

  • ¡Pero consumir lácteos hace bien! 

 

 ¡Tampoco! ¡Tu organismo no está preparado para tolerarlos! ¿No te das cuenta que     estamos todos alérgicos y enfermos!

 

  • ¡No es verdad!

 

Y no es verdad, pero esa voz ya nadie la escucha. Porque el resto entró en pánico, y además lo dicen los artistas, y las niñas prodigio, lo dicen los cientos de productos plant based invadiendo los anaqueles en los supermercados, lo dicen las compañías que van a salvarnos fabricando fake milk, fake meat ¡Alabados sean! 

 

  • ¡Pero qué tontos somos!

 

Y tampoco es verdad. El discurso establecido en lo malos que son la producción pecuaria y el consumo de legítimos lácteos, para la salud, para la sostenibilidad, para el ambiente, para el bienestar animal, está ideado para persuadirte. Todos queremos ser buenos, o por lo menos parecerlo, cómo dejar pasar ese tren.

Pues el don del estafador, en lo económico y en lo emocional, es meterte en su bolsa, por tu propia voluntad, convencido y feliz de hacerlo. No somos tontos. Somos nobles.

 

Mirar más allá para entender a dónde vamos:

Cuando la realidad que alarma no es la propia, tendemos a pensar que estamos lejos de que nos alcance. Pero finalmente, todos los caminos conducen a Roma.

Con frecuencia asumo que nos salva el mercado, no el Estado… y es que vivo en Latinoamérica. ¿Pero cuando el mercado actúa en connivencia con el estado… quién podrá rescatarnos? 

Si las grandes corporaciones bancan el activismo, y el activismo seduce tu voluntad, y tu voluntad mueve la vara política y se legisla en favor de las grandes corporaciones, lo que necesitamos no es un superhéroe que nos rescate, lo que necesitamos es estar despiertos, saber pensar, y no ser nosotros mismos el instrumento de nuestra propia degradación.

 

Nueva Zelanda 

“Detrás de toda política anti-agropecuaria, además de intentar justificar a la misma con algún aspecto del bien común, siempre viene detrás el discurso de que el Estado siempre estará para darte una mano” Ezequiel Tambornini

Según el plan propuesto, para 2025, los agricultores que alcanzan cierto tamaño del rebaño y uso de fertilizantes deberán pagar un impuesto que el gobierno establecerá, con el asesoramiento de la Comisión de Cambio Climático y los agricultores, según un reportaje en The Guardian.

La medida reduciría las emisiones de GEI al tiempo que haría que sus productos sean más sostenibles al mejorar la “marca de exportación” de Nueva Zelanda.

La recaudación total del impuesto financiaría la investigación, las nuevas tecnologías y los subsidios a los agricultores que adopten técnicas que estén de acuerdo con las ideas de quiénes imponen este disparate.

Nueva Zelanda comenzará a tributar sobre las emisiones agrícolas para 2025, y la primera ministra, Jacinda Ardern, espera que los damnificados se enorgullezcan ser pioneros en el mundo.

Los agricultores pagarán un precio regulado por sus emisiones de metano, dióxido de carbono y óxido nitroso y no podrán utilizar el secuestro de carbono de la vegetación en la finca para compensarlas. 

El gobierno neozelandés espera que los agricultores salten en una pata porque serán líderes del mundo en la reducción de emisiones, brindando una ventaja competitiva y mejorando su marca de exportación. Dan ganas de llorar.

Nueva Zelanda es el mayor exportador de productos lácteos del mundo, y su oferta caerá en picada y golpeará a su economía para la que la agricultura desempeña un papel importante… y no sólo a su propia economía:

“A nivel internacional, un recorte de la oferta de productos agroindustriales no es gratuita, porque, en el mediano plazo, tiende a incrementar los precios de los alimentos, especialmente en los períodos de desastres climáticos, lo que ayuda a promover inestabilidad en las naciones muy pobladas y dependientes de la importación de nutrientes” Ezequiel Tambornini

Jacinda Ardern dijo que la medida permitirá que la nación del Pacífico Sur cumpla con su objetivo de reducir las emisiones de metano a un 10% por debajo de los niveles de 2017 para 2030. Lo que pasará con las economías y las vidas de los productores lecheros, parece no ser de mucha importancia. Deberán buscar otra cosa de qué vivir, eso es seguro.

Creemos que votamos servidores de la patria, pero demasiadas veces lo que elegimos ¿Elegimos? Son verdugos. 

Los agricultores están molestos porque el gobierno no los escucha y muchos tendrán que abandonar sus granjas a medida que sus costos se vuelvan insostenibles.

Esto que es una desgracia para Nueva Zelanda, sin dudas representa una oportunidad comercial para nosotros que todavía tenemos margen de intensificación, pero independientemente de que nuestros gobernantes (o nuestros verdugos) lo permitan, debemos estar atentos porque pegarle al lechero es la tendencia.

 

Valeria Guzmán Hamann

EDAIRYNEWS

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