Lila, Glee y Pistache se acuestan en su establo para su siesta diaria después de haberse alimentado con maíz, hierba y cereales, y aprovechar el aire de dos ventiladores gigantes, en plena ola de calor en Francia.
En Saint-Martin-en-Haut, la temperatura exterior es de 34ºC, pero los dos ventiladores, de 4,5 metros de diámetro, refrescan en algunos grados el interior del establo donde hay 35 vacas lecheras.
“Debido a la evolución del clima, los ganaderos se adaptan constantemente”, asegura Nicolas Joannon, dueño de la granja, explicando que cuando suben las temperaturas, el “estrés térmico” provoca que las vacas se alimenten menos y produzcan menos leche.
“Si aseguramos las buenas condiciones para superar estos episodios, inmediatamente después de la ola de calor, los animales recuperarán su nivel inicial de rendimiento y seguirán produciendo leche de calidad para los consumidores”, agrega Nicolas.
Las vacas lecheras son muy sensibles a la temperatura. A partir de 22ºC y un 50% de humedad, acumulan el calor en su organismo y pueden producir dos litros menos de leche de los entre 28 y 38 litros diarios por vaca.
Para evitarlo, Nicolas Joannon instaló en 2020 dos ventiladores en el techo del establo con una inversión de 9.000 euros (9.230 dólares).
Los dos gigantes metálicos se ponen en marcha automáticamente en función de la temperatura y, a medida que el calor sube, su velocidad aumenta.
“A 22ºC, la vaca puede adaptarse, pero a partir de 28-30ºC, sufrirá”, explica Alexandre Batia, de 44 años y experto en ventilación de la asociación local Rhône Conseil Élevage, que aconseja a los agricultores.
Bertrand Fagoo, del Instituto francés de la Ganadería (Idele), explica que los ventiladores son un “factor secundario de mejora”, que debe instalarse después de abrir más el establo y proporcionar más sombra.
Pulverizar agua sobre los animales puede ser otra opción para limitar el estrés que las ocasionan las temperaturas altas, pero presenta el riesgo de un aumento de la humedad; así que se debe hacer con medida.