Eduardo Tornaría es presidente de la Cooperativa Lecheros de Melo (Coleme), la más antigua del Uruguay ya que tiene 91 años de vida. Al igual que el resto de las industrias de pequeño porte, la empresa espera la puesta en marcha del Fondo de Reconversión Industrial (FRI), donde presentó un proyecto de reconversión. La apuesta es a poner a punto la planta, seguir produciendo quesos y leche fluida , pero pensar en la exportación de quesos a Brasil. Para dar ese paso, hay que hacer inversiones. “Estamos muy orgullosos de los quesos que hacemos, son de muy buena calidad y hay algunos que somos bien competitivos”, afirmó el ejecutivo. “Esperemos tener en marcha el FRI en los próximos días”, agregó.
-El 2023 fue un año muy difícil para la lechería en general ¿cómo fue el cierre anual en el caso de Coleme?
-Fue muy complejo para el sector, pero además, cerramos el 2023 muy preocupados por la situación climática. Es que en el caso del noreste va a contrapelo de todo lo que ocurre en el resto del país. En esta zona llueve cuando no lo hace en el resto y está seco cuando el resto del país está contento. Estamos festejando que haya llovido esta semana, aunque sea poco (entre 30 o 40 milímetros). Si no se hubieran dado estas lluvias como estaba pasando con los últimos pronósticos que parecía que se venía el mundo abajo y no se concretaba, íbamos a entrar en serias dificultades. En dificultades ya estamos. La preocupación más importante al final del año fue el clima.
-La falta de lluvias atrasó las siembras de verdeos y sin comida no hay producción de leche ¿cómo se vivió eso?
– Ya no se trata de que llueva o no, el problema es que estamos frente a un régimen de lluvias que es muy irregular. En setiembre llovieron 450 milímetros, en octubre menos de lo normal y en noviembre cayeron 250 milímetros. Luego pasamos diciembre y enero sin lluvias. Eso produjo una distorsión importante en las siembras y todos los tamberos dependemos de los verdeos. Los tambos veníamos con las siembras atrasadas y todo producto de las dificultades para entrar a plantar porque había llovido mucho y luego porque as áreas que se plantaron no respondieron. Sin lluvias, de un día para el otro el suelo se volvió duro por la seca. Experimentamos una caída en la producción de leche en los tambos del noreste que fue significativa y nos preocupa mucho, porque sin leche no hay industria.
-¿Y en lo financiero y lo comercial qué diría respecto al año pasado?
– veníamos de un año muy malo. El 2022 fue muy malo. A su vez, Coleme venía de tres ejercicios con superávit. Veníamos con una expansión bien satisfactoria, pero en 2022, algunas medidas que tomó el Ministerio de Economía (fundamentalmente), nos distorsionó mucho. El 2023 no sabíamos que tendencia íbamos a seguir, si podríamos revertir el año anterior que fue muy malo o todo seguiría igual. Afortunadamente logramos equilibrar los números y quedamos más que satisfechos con el cierre.
-¿Respecto a lo comercial qué evaluación realiza?
-Hemos logrado mejorar la comercialización de quesos. En lo comercial el 2023 fue muy difícil porque en lo que tiene que ver con la leche, hay cambios en los hábitos de consumo. Eso es lo que nos dicen los distribuidores en todo el país. En el rubro quesos, en la medida que los exportadores encontraron algunas dificultades en sus embarques, es posible que hayan volcado mayor volumen al mercado interno, porque seguramente les resultó más atractivo.
-¿Cómo le pegó eso a Coleme, cooperativa que está abocada al mercado interno?
-Nos provocó algunas dificultades en el mercado. Partiendo de esa base, buscamos ampliar la cartera de clientes. Somos una empresa chica y el mercado interno para nosotros es muy grande, porque tenemos una pequeña participación en lo que es la producción de leche. Hemos conseguido nuevos clientes que nos permitieron compensar esas dificultades que mencionaba y nos abre expectativas favorables mirando al futuro. El mercado internacional se va a recuperar y detrás de eso habrá mejoras en el mercado interno.
-¿Cuáles son las perspectivas para este año que está comenzando?
-Nos proyectamos a un 2024 donde tenemos por delante escenarios que pueden llegar a ser favorables. Esperamos que se concrete la puesta en marcha del Fondo de Reconversión de la Industria Láctea (FRIL). No será lo que en algún momento se previó y lo que quizás necesitábamos pero nos dará algo de respiro. Esperamos que la cuenca mejore. Estamos a la espera de la concreción de la ley del FRIL que se aprobó a finales de 2022 y que todavía, por cosas que todas son razonables, se ha demorado. Sí, pensamos que en estos días se concrete de una vez por todas.
-¿Cuál o cuáles son los principales desafíos que tienen por delante los productores de esta cooperativa lechera del nortes del país?
– El problema más grande que puede tener un productor de Coleme son las incertidumbres. Por un lado son globales porque no hay mucha claridad de lo que ocurrirá con los precios que reciben los tamberos. Venimos de algo que fue una sorpresa muy grande para todos, me refiero a la caída en el precio de la leche a partir de julio-agosto de 2023. Eso generó incertidumbre en la lechería y especialmente a nivel de los productores remitentes. En caso de Coleme estábamos saliendo de un año difíciles y luego se generaron algunas distorsiones en el calendario de pago que también introducen incertidumbres. Vemos que son situaciones que son controlables y se van a superar en el marco de un mercado que esperamos se recupere.
-¿A futuro qué se hará?
-Primero hay que poner la planta a punto. Pensamos en exportar quesos a Brasil, pero primero hay que habilitar la planta y hacer mejoras. La exportación es una deuda que tenemos con la planta desde que comenzamos a trabajar en esta nueva etapa y eso nos va a permitir, ponernos a mirar hacia Brasil. Coleme está recibiendo hoy algo por encima de 20.000 litros diarios. Se pasteuriza una parte y se elaboran quesos, fundamentalmente. Estamos muy orgullosos de los quesos que hacemos.
Coleme es un ejemplo de resiliencia y pasión
La historia de Coleme es un ejemplo de resiliencia. Es la empresa láctea más antigua del Uruguay y se fundó en 1932, originándose en la en Ley de 1930 para toda el país, que apuntó a promover el consumo de leche pasteurizada en el mercado interno. La pasteurización de la leche es de principios de 1920.
En esos años, los médicos entiendan que la leche cruda, consumida mucho después de su ordeñe en las ciudades, era causa de una lista de enfermedades muy grandes que hay en esa época. Para promover el consumo de leche pasteurizada hay que hacer ese proceso y esa ley de 1930 le encomienda a las escuelas industriales (hoy UTU) que en cada capital departamental, arme una usina pasteurizadora de leche con el doble propósito de pasteurizar para el abasto interno. A su vez, eso sirvió para formar gente que pueda ocuparse de ese proceso.
La Escuela de Melo fue la pionera. El director reúne a los tamberos, que esa época eran muchos tamberos chicos que vendían leche cruda, la escuela compra la maquinaria y arma la usina pasteurizadora. Lo que quedaba era resolver quien ejecutaría la planta. Se discutieron tres modelos. El primero era conseguir capitales privados para hacerse cargo de la empresa. El segundo que sea el Estado el que se ocupe de la gestión a través del Municipio y la última, es la cooperativa. Se terminó eligiendo esa última opción porque se entendió que permite la incorporación de nuevos tamberos, porque es de todos y no es de nadie.