Preocupado por el avance de las multinacionales sobre las lácteas nacionales, el empresario pidió acceso al crédito para pelearla desde adentro.

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Punto biz festejó sus primeros20 años con la realización de un documental, dirigido por el reconocido Héctor “Nene” Molina, que repasa en relatos la experiencia de 20 empresarios y emprendedores que marcaron el rumbo de los negocios en estas dos décadas. En esta oportunidad, Federico Boglione, titular Grupo Los Lazos, charla sobre la decadencia de la lechería nacional y cuestiones principales sobre la empresa y la actividad agroindustrial.

Tiene uno de los apellidos más tradicionales del sector rural, pero además forjó un lugar de referencia en la Región Centro por trayectoria propia. Federico Boglione encabeza el Grupo Los Lazos, una de las empresas más importantes de la agroindustria argentina. En sus más de 100 años de existencia, Los Lazos logró diversificar actividades y participa en toda la cadena de valor del agro, desde la materia prima hasta el producto final. Actualmente, con La Sibila -una de las compañías del grupo, líder en producción de alimentos deshidratados y fórmulas a medida- es uno de los mayores productores de leche fluida en Argentina.

Boglione tiene un perfil ultra ejecutivo: bate constantemente sus propias marcas de inversión y se destaca por la velocidad en la implementación de proyectos. Aún así, asegura que el escenario nacional no ayuda y apunta fuerte a la clase dirigente. “Me parece que lo primero que tiene que hacer la clase política es un cambio de mentalidad.

El Estado tiene que dejar de diferenciar entre pymes y grandes empresas a la hora de generar políticas. Todos aportamos lo mismo en impuestos en proporción a lo que producimos, sin embargo todo el apoyo y el crédito barato es para las pymes, mientras que a las empresas grandes nos castigan. Somos empresarios de corazón argentino igual que las pymes, vivimos acá, invertimos acá y empujamos cambios en positivo para la economía del país. No tenemos que ser castigados”, se defendió

La decadencia de la lechería nacional

Una de las áreas de trabajo de Boglione es el sector lácteo, al que observa con preocupación: “Con esta industria está pasando exactamente lo mismo que pasó en el sector aceitero hace unos años: están viniendo las multinacionales y están comprando firmas locales. ¿Por qué se replica exactamente el mismo fenómeno? Porque en el exterior tenés la plata barata y acá conseguir fondos para invertir cuesta muchísimo. Entonces esas empresas vienen e invierten, total tienen negocios en un montón de lugares del mundo, si pierden en la Argentina, ganan en otro lado”, analizó.

En un breve repaso, Boglione enumeró:

“Se acaba de vender Williner (Ilolay), que pasó a manos de una empresa francesa. Milkaut fue comprada por Bongrain. Saputo Inc., de Canadá, se quedó con La Paulina (2003) y con Molfino Hnos. La Serenísima es una gran parte de la francesa Danone y solo un pedazo es de Arcor. Cuando empezás a observar, son muy pocas las empresas de capitales nacionales que sobrevivieron y casi todas son pequeñas. De mediana y gran escala, quedan sólo tres o cuatro. La internacionalización del sector lácteo es el movimiento que se viene”.

El campo avanza

Para Boglione, tener una empresa del agro es una competencia constante contra uno mismo. “Si la soja este año rindió 40 quintales, el año próximo querés que rinda a 42 o 43. El desafío es personal y está ligado al esfuerzo. Uno vive en el campo, siembra y cría con pasión, y si un año va mal, volvés a tener revancha al año siguiente”, se entusiasmó, y marcó la diferencia respecto del sector industrial:

“Ahí no podés parar de reinvertir, porque el otro invierte más que vos, o saca un producto nuevo, y tenés que seguirlo o tratar de desarrollar algo mejor. Mi viejo siempre decía: ‘El industrial es un millonario sin un peso en el bolsillo’, porque todo lo vuelve a poner en su empresa”.

Otro de los aspectos que subrayó respecto de la actividad agroindustrial es la fuerte transformación experimentada de la mano de la tecnología: “Nosotros ese cambio enorme que todos están empezando a experimentar lo venimos integrando hace rato. Es impresionante cómo la tecnología cambió nuestro negocio”, describió. A modo de ejemplo, contó: “Hoy podés sembrar distintas densidades de acuerdo a lo que te indica el mapa del campo, demarcado por un satélite. La máquina sola va leyendo y calculando la densidad y la cantidad de semilla que se necesita para tener más rinde”.

Ahora bien, con tecnología de punta y todo, un evento prolongado de sequía como el que sufrió el campo argentino en las últimas tres cosechas pone a cualquiera en aprietos. “Al primer año lo zafaste gracias a la tecnología, el segundo año te chupaste las reservas de agua subterráneas pero ya el tercero no hay equipamiento ni reserva de agua que te salve. Fue el primer año en la historia que no pudimos sembrar, quedó la tierra vacía en la zona núcleo. Pero entendemos que son ciclos, y tienen un final”.

El país que yo quiero

Pensando a futuro, Boglione volvió a apuntar duro contra la clase dirigente : “A mí me gustaría que los políticos digan en qué país quieren vivir. Yo sé lo que quiero: una Argentina pujante como la de mi adolescencia, pero ellos se manejan sin un plan, viendo cómo pueden chicanear a uno o a otro, y nadie está pensando a largo plazo”.

En ese contexto, opinó, los empresarios andan siempre con el casco puesto, pensando en cómo subsistir a la malaria y adaptarse a los cambios de reglas permanentes. Sin embargo, dice, no pierden el rumbo: “Creo que los empresarios sabemos qué tipo de país queremos. Sabemos que, si queremos un cambio, lo tenemos que impulsar nosotros.Irse es muy fácil, pero vamos a pelear.

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