La Vascongada se convirtió en una de las principales empresas lácteas entre las décadas del 70 y 80; pero en los 90 empezó a tener problemas económicos, cayó en la quiebra y fue rematada en 2001
Al abandonar su tierra natal Pedro Uthurralt no podía imaginar la marca que dejaría en los argentinos: este vasco llegado a fines del siglo XIX a lo que hoy es la bonaerense localidad de Merlo fundó en 1908 La Vascongada, una empresa láctea que llegó a pelearle el liderazgo a los gigantes de la industria y que creó el inolvidable Vascolet, pero que a mediados de los ochenta se empezó a sufrir problemas económicos y terminó en la quiebra.

El germen de La Vascongada hay que buscarlo en los llamados “vascos lecheros”, hombres de boina, que no sólo ordeñaban sus vacas, sino que también, a caballo o en pequeños carros, se encargaban de distribuir esa “esne” (leche, en vasco) en distintos lugares. De hecho, en un artículo publicado en 2003 en el diario uruguayo El País hace referencia a la ocupación en la que se especializaban los vascos y se cuenta que a los cántaros en los que se transportaba esa leche se los conoce hasta la actualidad como “esneonas”.

Merlo recibió tanta inmigración vasca que pronto se convirtió en una pequeña Vasconia, como se relata en el sitio web abaoutvasquecountry.eus. “Allí nació, fundada por Pedro Uthurralt la empresa La Vascongada, dedicada a la venta de leche y sus derivados. Por el apellido, es claro que este vasco en cuestión era un vasco continental, es decir nacido en la parte de El País de los Vascos que se encuentra bajo administración francesa”, se cuenta en este sitio.

En el sitio mencionado, que se especializa en la cultura y la historia vasca, se rastrea hasta la llegada de Uthurralt a la Argentina. “Hemos buscado un poco y pensamos que incluso es posible que hayamos encontrado la ficha de su marcha desde su Espès-Undurein natal hasta Buenos aires a bordo del buque Niger, en un viaje que se inició e 5 de noviembre de 1874. Este dato lo hemos podido conseguir gracias al trabajo extraordinario realizado por EKB-ICB, que ha puesto a disposición publica los las informaciones relativas a 15.000 emigrantes, encontradas en los registros del agente de emigración vasco Guillaume Apheça (1828- 1919)”, se lee allí.

Pero aquel vasco soñador no quedaría en la historia por su viaje al Nuevo Mundo, sino por lo que creó en estos pagos. En tiempos donde también surgían otras empresas lecheras, la Vascongada, que ya desde su nombre hacía honor a la tierra natal del fundador, se ganó un lugar en las preferencias de los consumidores argentinos.

Muchos de sus productos fueron líderes en el mercado. Era la marca de cabecera de los locos por el dulce de leche y también eran muy reconocidos sus yogures, que se vendían en potes de vidrio y al principio eran llamados cuajada.

Tal era su éxito, que, como recuerda Eduardo Parise en una nota publicada en Clarín, instaló un local en plena calle Florida donde se podía tomar leche con vainillas, un café con leche con pan y manteca o el postre “banana split” (una banana abierta al medio y rellenada con helado que después se cubría con crema batida y chocolate y se adornaba con una cereza).

Pero sería en la década del cincuenta cuando La Vascongada se metería de lleno en el corazón de los argentinos, al lanzar al mercado un producto que pronto sería el preferido de los chicos: el Vascolet, un alimento conocido como cocoa y al que solía pronunciarse como Vascolé, sin su “t” final. Para fabricarlo se utilizaba la cáscara de la semilla del cacao que se pulverizaba hasta convertirse en un polvillo muy fino. La preparación también llevaba azúcar y malta.

El éxito y permanencia de este producto se debieron también a la creación en 1974 de un personaje llamado “Alejandro Vascolet”, representado como divertido y triunfador. Aparecía en publicidades al son de jingles que  aún son recordados por varias generaciones, como aquel que decía: “Alejandro pateando parece Pelé, toda la fuerza  viene de Vascolet. Mete 1, mete 2, mete 3, mete 10! Toda la fuerza viene de Vascolet. Alejandro Vascolet”.

Otras campañas publicitarias lo promocionaban con la frase “Frío o caliente, alimento excelente”. Y agregaban: “Energía, antes y después de los deportes”. Su popularidad en la Argentina hizo que en Uruguay lo comercializara la empresa Horacio Fernández SA y también allí tuvo amplia aceptación.

LA VASCONADA
Empleados especializados de La Vascongada examinan la crema para la fabricación de la manteca, 1938 Archivo General de la Nación.

 

Fue así cómo La Vascongada se convirtió en una de las principales empresas lácteas entre las décadas del setenta y del ochenta. Aquel emprendimiento de un inmigrante vasco era ahora un monstruo lechero en la Argentina y Uruguay, había logrado ganarse un lugar en el corazón de grandes y chicos, y su marca era un certificado de buena calidad.

Estaba en su mejor momento. Pero… siempre hay un tropiezo que lo arruina todo.

Pese a haber llegado a pelearle el liderazgo a gigantes como SanCor y La Serenísima, en los años ochenta comenzó a tener problemas económicos y finalmente cayó en la quiebra. En ese momento, sus marcas pasaron a la firma Productos La Vascongada, que, a su vez, en 1995 se presentó en convocatoria de acreedores y tres años después siguió el mismo camino de la empresa original, con la declaración de su quiebra.

En 1998 la firma italiana Parmalat la compró e intentó reflotarla, pero tampoco tuvo éxito, por lo que finalmente la marca La Vascongada fue rematada en noviembre de 2001.

“A tres años de haber desaparecido del mercado, la clásica marca será rematada en una licitación pública el 19 del mes próximo. Del remate también participarán otras marcas, como Vascolet, Vascocoa, Elevé y Sandy´s, que, junto con La Vascongada, históricamente pertenecieron a la firma La Vascongada SA”, escribió Alfredo Sainz en LA NACIÓN, en una nota publicada el 17 de octubre de 2001.

Se terminó así la historia de la láctea que llegó que logró subirse al podio de la industria lechera en el país y que se metió para siempre en el corazón de los argentinos. Aunque ya no está en el mercado, más de uno que ya peina canas sigue pidiendo un “Vascolet” cada vez que quiere tomar una chocolatada.

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