En entrevista con La Lechera, el nuevo presidente del Instituto Nacional de la Leche (Inale), Juan Daniel Vago, se mostró optimista con el desarrollo de la lechería en el mediano y largo plazo.

Consideró que es posible aumentar la producción un 50% durante los próximos 15 años y espera que los jóvenes se acerquen al sector para atacar el recambio generacional. Cómo se imagina la lechería del futuro y los desafíos que enfrenta el sector fueron algunos de los temas que Vago abordó en la entrevista.

¿Cómo está trabajando el Inale? ¿Ya se volvió a un régimen presencial?

El lunes 3 de agosto comenzamos a volver de la virtualidad con un protocolo. Somos 13 funcionarios entre personal administrativo y de apoyo. Las oficinas están abiertas. El Consejo Ejecutivo planteó la posibilidad de extender la virtualidad por un par de meses más. Creo que la virtualidad llegó para quedarse, porque muchas veces se puede juntar gente de distintos lugares sin moverse y rápidamente.

Le tocó asumir la presidencia del Inale en una coyuntura distinta a las de los últimos cinco años. Ahora se respira una brisa de mayor optimismo, que coincide con un mercado internacional más tonificado.

La cadena lechera tuvo cinco años de muy malos precios. Eso trajo aparejado la pérdida de productores, aumento del endeudamiento, industrias complicadas o directamente el fin para algunas de ellas, porque se nos cayó el mercado de Venezuela. Esto dejó una mochila muy pesada. Fuimos metiendo piedras a la mochila que ya teníamos arriba.

¿Qué pasa ahora? Los lácteos subieron, como ocurrió con todos los commodities. Puntualmente, ahora tenemos unas caídas consecutivas en las subastas de la plataforma de Fonterra, pero la leche en polvo entera está en US$ 3.600 por tonelada. Ese valor está por arriba del promedio de los últimos cinco años y también de los últimos 15 años. O sea, el precio no es malo. Es el momento de aprovechar esa mejora del precio, pese a que también subieron los costos por el aumento de los granos y los fertilizantes para la lechería. Ahora también se sumó el ajuste en el valor del gasoil. De todas formas, creo que hoy es más fácil llegar a un margen más razonable en el sector primario.

¿Hay algo previsto desde el Inale para la agenda de este semestre?

En los próximos seis meses vamos a tratar de sacar dos o tres proyectos articulados con INIA, con Desarrollo Rural y alguna otra institución, para buscar transferencia de tecnología y/o adopción. Hay tecnología disponible; alguna es de muy bajo costo y alto impacto. Hay un tercio de los productores lecheros que hoy la están adoptando y subsistieron bastante bien en estos cinco años malos, hay otro tercio que empató y todavía sigue en carrera, pero hay otro tercio que está por debajo y venía mal. Algunos de esos tamberos se perdieron, pero muchos otros siguen en el rubro con números malos. Por tanto, lo que se tiene que apostar con la transferencia de tecnologías básicas de procesos es llegar a esos tamberos en dificultades. Eso es: buenas pasturas, hacer reservas de calidad, dotación o cómo aprovechar bien el pasto. Cuatro o cinco cosas, que son indicadores claves para que esos productores más rezagos puedan adoptarlas y vean, gracias a la mejora del precio de la leche, un buen resultado en sus ingresos. Entonces, si eso ocurre, luego la mejor situación los puede seguir alentando a profundizar en otro tipo de tecnologías que van a exigir mucha más inversión, que tendrán que ir acompañadas de líneas de crédito a 10 años para infraestructura. Para la compra de tierras, en Nueva Zelanda, el plazo que hay es de 25 años. Ese es otro tema complicado que tenemos que abordar.

El objetivo es elevar la producción.

Exactamente. Eso de alguna forma también va a aliviar la situación de la agroindustria, que reclama más leche. También hay algunas industrias complicadas que pueden verse beneficiadas de los cambios que se aprobaron en el FFDSAL, porque habrá unos fondos rotatorios para financiar a productores de esas plantas industriales. La idea es apuntar a reactivar la producción de esos tamberos financiando insumos, fertilizantes, algo parecido a lo que hace Prolesa (con los socios de Conaprole) para que las cuencas de esas industrias complicadas puedan intentar recuperarse. Esos fondos serán una especie de muleta. Si en un año no dio resultado, esa muleta será para otro productor.

Si la primavera es buena —porque el clima también juega—, que el productor le queden 6 centavos de dólar de margen con pasturas y tambos funcionando, quizás podemos ir aliviando la mochila.

No solo con ese instrumento, también hubo medidas del Banco República para refinanciar a más años y otros instrumentos. Creo que la transferencia de tecnología y/o adopción en estos momentos de buenos precios le pueden permitir a tamberos muy castigados y desanimados ayudarlos a sacar leche más barata en primavera y tener un margen.

Hoy tampoco tenemos muy claro el panorama a futuro de los mercados. Hasta diciembre pensamos que se pueden mantener estos valores, pero no sabemos cómo será 2022. Es claro que Uruguay es un tomador de precios de los mercados internacionales.

En una mirada de mediano plazo, ¿qué acciones piensa impulsar?

Antes de asumir formalmente la Presidencia del Inale había planteado en el Consejo Ejecutivo del instituto que, además de atender la coyuntura de corto plazo, no podíamos olvidarnos del proyecto de desarrollo lechero a largo plazo, a 15 años, por ejemplo. Tenemos una comisión conformada que está trabajando sobre este tema con los mismos integrantes del Consejo Ejecutivo con toda la representatividad y masa crítica que tiene su integración (ministerios, productores e industriales) para discutir en una instancia más informal para plantear y discutir la lechería que queremos de aquí a 15 años. Si no tenemos claro a dónde queremos ir, el mundo va evolucionando y después es muy difícil ir tomando medidas que se vayan alineando a esa visión. Esa comisión se va a reunir mensualmente y va a tener aporte y discusión. Va a estar abierta para el aporte de todos los actores, políticos, gremiales, o técnicos que no estén en el Consejo del Inale. En esa instancia, tenemos previsto incorporar a actores vinculados al tema medioambiental.

¿Cuánto podría elevarse la producción de leche en Uruguay en ese plazo?

Estamos recién comenzando con ese trabajo en la comisión. Personalmente creo que se puede incrementar en un 50% la producción de leche (unos 1.000 millones de litros, aproximadamente) manteniendo la tasa de crecimiento de los últimos años. Eso en 15 años es mucha leche. Si eso se da, no solo hará más atractivo el negocio para la cadena primaria, sino también para las agroindustrias del exterior que, en los últimos años, se han ido y no han regresado.

Acá hay capacidad y tenemos una ventaja competitiva muy grande con un clima templado y una base pastoril. Ambientalmente tenemos chances de hacer mucha cosa para agregar valor o acceder a nuevos mercados. Tenemos un acervo cultural y una cultura lechera en varias zonas.

¿Qué visión tiene sobre el recambio generacional en la lechería? Para algunos hay un cuello importante a futuro. ¿Cómo ve algunas experiencias piloto de arrendamientos de tambos?

El recambio generacional no solo es importante, sino que es fundamental para la actividad lechera. Si en 15 años no tenemos a jóvenes que estén en la actividad, la lechería no digo que desaparezca, pero estará comprometida. Es fundamental buscar la manera de que los jóvenes vean en la lechería un negocio atractivo. Con una política a largo plazo, con reglas de juego claras, sabiendo que es una política de Estado y con certidumbre, se puede estimular el ingreso de los jóvenes.

Después, hay varias vías para el acceso tierras. Una puede ser por medio de Colonización, donde hoy hay opciones para empezar un negocio de cero. Sino también hay cosas que ya se están utilizando en otros países. En Nueva Zelanda, por ejemplo, tiene los famosos gestores. Son personas que agarran tambos chicos, medianos o grandes para gestionarlos.

Los problemas de márgenes en la lechería uruguaya no están vinculados a la escala. Hay tambos chicos a los que le va muy bien con sus márgenes y tambos grandes que les va muy mal. Lo de los tres tercios atraviesa a los tres estratos de tamberos (chicos, medianos y grandes). Muchas veces hay tambos que no tienen la dotación adecuada y le faltan cosas básicas para pegar un salto productivo. Ahí puede aparecer un gestor más joven que lo gestione y remueva a la empresa para hacerla más productiva. También están los famosos sharemilkers en Nueva Zelanda, donde hay alguien que pone la tierra y otro socio pone el trabajo y las vacas, por ejemplo.

Todo esto pensando en gente joven, porque hoy se requiere mucha tecnología e informática que hay que usarla para pegar un salto mínimo de productividad.

También se nos tienen que caer otras ideas para poder insertar a los jóvenes, no solo desde la típica que le damos un pedazo de tierra y unas vacas y que prospere. Hay que buscar acercar a los jóvenes en la gestión y la producción en tambos que ya existen y hoy están más o menos. No tienen porqué ser agrónomos, sino gente idónea con algo de preparación y capacidad de gestión. El tambo es sacrificado, pero podemos tener un marco atractivo para que se puedan sumar nuevas generaciones. Tenemos capital humano que se está preparando en la UTEC, las universidades o las escuelas de lechería de la UTU.

¿Cómo ve toda la discusión y análisis sobre qué tipo lechería es la que debería promover Uruguay? La base pastoril sigue predominando, pero hay empresas que están incurriendo en sistemas más intensivos como la cama caliente, por ejemplo.

Eso son algunos de los temas que tenemos que discutir en la comisión de largo plazo del Inale. Es una pregunta compleja. Lo que sí me imagino es un Uruguay con una producción de leche básicamente pastoril, que no significa que no se utilice suplementación de granos y reservas forrajeras. ¿Cuál es el concepto de eficiencia en la producción pastoril? Comer bien el pasto y, sobre todo, el pasto de primavera. Para comer bien el pasto de primavera tienes que estar apretado en el invierno y ahí juegan las reservas.

El modelo uruguayo de alguna manera ya lo está estudiado a través de la famosa Red Tecnológica Sectorial. Creo que ese sería un poco el buque insignia porque, además, es ambientalmente bien visto.

Lo de las camas calientes es una tecnología que está entrando y hay mucha gente que lo está adoptando; es una opción. Tampoco creo que eso afecte.

También puede haber casos de tambos que quieran ir a sistemas de encierros totales, como ocurre en el hemisferio norte, pero ahí lo hacen por el clima, la nieve. Acá tenemos la chance de aprovechar las pasturas.

Conaprole tiene su sello grass fed, que es de leche a pasto. Ese sello ayuda. Me imagino algo pastoril, sobre todo para aquellos tamberos que les está yendo más o menos y les falta dotación, afinar bien la dieta y comer bien el pasto. Eso es lo más barato que hay. A partir de allí se puede incrementar la productividad. Hoy tenemos tambos que están robotizados en el ordeñe; el INIA tiene un piloto en investigación.

Todo va a caber, pero creo que la visión general a futuro es la de aprovechar el clima templado para utilizar durante gran parte del año las pasturas directamente. No me imagino todo mecanizado. Igual, todo eso hay que analizarlo con más detalle. No es fácil hacer prospección en un mundo que tiene tantas incertidumbres. Las perspectivas son positivas. Habrá más población, más demanda de lácteos y una creciente clase media.

¿Qué pasa con la pata ambiental? Parece ser un desafío donde todavía no hay una clara conciencia de los cambios que se vienen.

El tema ambiental tiene muchas aristas. Está todo el tema de tratamientos de efluentes, su devolución al campo. El sistema pastoril hace que muchos de esos efluentes se descarguen en el campo. En Europa ya están pensando en un arancel de carbono. Están las emisiones de gases de las vacas lecheras y también del ganado de carne. Tenemos 4 animales por habitante. Estamos trabajando con los ministerios de Ambiente y Ganadería, INIA, INAC e Inale para medir la huella ambiental de la ganadería.

Por otro lado, también tenemos una masa forestal que captura carbono. Lo importante en esto es que la imagen no sea solo de la cadena lechera, sino que pase por un concepto país que esté científicamente medido que pueda ser probado y constatado como neutro en emisiones.

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