Con la firma de la Global Methane Pledge en la COP26 de Glasgow en 2021, más de 100 países se comprometieron a reducir las emisiones de metano en un 30% para 2030, poniendo una enorme presión sobre la ganadería lechera
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El metano producido por la digestión de los rumiantes, es parte del ciclo biogénico del carbono, y no dura en la atmósfera más de 10 años.

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¿Esto responde a una preocupación genuina por el medio ambiente? ¿O es parte de una agenda oscura que busca amenazar a la producción de alimentos y la seguridad alimentaria? Mientras los discursos ambientalistas en los  foros internacionales se centran en la urgencia de reducir emisiones, pareciera que la verdadera urgencia es encontrar un chivo expiatorio.

El metano producido por la digestión de los rumiantes, es parte del ciclo biogénico del carbono, y no dura en la atmósfera más de 10 años, cuando se recicla, sin embargo es señalado como uno de los principales contribuyentes al calentamiento global. 

Los países con sistemas de producción más intensivos, como Argentina y Uruguay, enfrentan incrementos que pueden afectar sus mercados internos y exportaciones. Por su parte, Brasil y México, donde predominan los pequeños y medianos productores, también deben encontrar soluciones para adaptarse sin perder competitividad.

En Argentina, el impacto de implementar tecnologías para reducir emisiones, podría incrementar los costos de un 10% a un 15%, basándonos en informes del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA) .

En Uruguay, donde los tambos tienen un alto grado de especialización, el costo adicional de adoptar estas tecnologías podría ser de entre 7% y 12%. El Instituto Nacional de la Leche (INALE) publicó estudios sobre estos costos, en particular para la producción de leche en polvo, que representa una parte significativa de sus exportaciones.

En Brasil, según el Ministerio de Agricultura, Pecuária e Abastecimento (MAPA) y estudios del Embrapa (Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria), la implementación de tecnologías para mitigar las emisiones puede aumentar los costos de un 12% a un 17%. 

Las grandes fazendas están mejor posicionadas para absorber estos costos, mientras que los pequeños y medianos productores, que representan una gran parte de la producción nacional, podrían tener dificultades para adaptarse.

En México, informes del Consejo Nacional de la Leche (Conalac) y el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) sugieren que cumplir con las normativas podría aumentar los costos entre un 10% y un 13%, debido a las inversiones necesarias en infraestructura y cambios en las dietas del ganado.

En Chile, según datos del Odepa (Oficina de Estudios y Políticas Agrarias) y el Consorcio Lechero, el aumento en los costos podría estar en el rango del 8% al 14%.

En América Latina, los productores se ven obligados a competir en un escenario internacional donde las reglas no siempre son justas. Nos venden que estamos salvando al planeta al reducir las emisiones de metano del ganado (?). Pero, ¿a costa de qué? 

La Tierra ha pasado por ciclos climáticos desde tiempos inmemoriales, y mientras el ser humano ciertamente deja su huella, atribuirle la culpa del calentamiento global es una simplificación conveniente. 

El metano como herramienta de control económico

La reducción de metano, se convirtió en la bandera de un movimiento global que, más que proteger el planeta, parece interesado en concentrar el poder productivo en manos de unos pocos. 

Las grandes corporaciones se presentan como las heroínas de la sostenibilidad, mientras que los pequeños productores, desde las pampas argentinas hasta las colinas de México, son empujados al borde del abismo. 

La imposición de estas normativas ambientales llegó con la clara intención de remodelar la producción de alimentos a escala global, favoreciendo a quienes ya tienen los recursos para cumplir con las exigencias.

Incluso en países donde la eficiencia productiva es alta, como Uruguay, el costo de cumplir con estas normativas puede resultar insostenible a largo plazo. 

Debemos preguntarnos si estamos dispuestos a sacrificar la viabilidad económica de nuestros productores en nombre de una agenda que responde a un montón de cosas más, que no son el medio ambiente.

Desde los tambos de Argentina hasta las fazendas brasileñas, pasando por los pequeños productores en México y Chile, todos comparten un destino común: la necesidad de defender su derecho a producir alimentos sin ser señalados como los enemigos del clima. 

Es hora de replantearnos si la reducción de metano entérico realmente resolverá los problemas del mundo, porque si seguimos en este camino, no solo perderemos la capacidad de alimentar a nuestras poblaciones, sino que también estaremos cediendo nuestra soberanía alimentaria. Y eso, definitivamente, no tiene nada que ver con cuidar el medio ambiente.

 

Valeria Hamann

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