Nueva Zelanda, con su fuerte industria láctea, ve en este acuerdo una oportunidad para incrementar sus exportaciones, especialmente en productos como la leche en polvo y la mantequilla, en los cuales posee una ventaja competitiva. Esto le permite ingresar a un mercado que, debido a barreras arancelarias históricas, hasta ahora se le había cerrado. Para Nueva Zelanda, el pacto representa una expansión estratégica que podría consolidar aún más su posición como uno de los principales exportadores de productos lácteos en el mundo.

Sin embargo, la apertura del mercado indio a productos lácteos extranjeros pone en riesgo la estabilidad de los pequeños productores de leche de India. Estos, que ya enfrentan dificultades debido a la escasa mecanización, los bajos rendimientos y los altos costos de producción, podrían ver cómo los precios de la leche caen ante la competencia de los productos importados de Nueva Zelanda. Esto no solo afectaría su rentabilidad, sino también a los millones de personas que dependen de la leche como su principal fuente de ingresos.

A nivel global, este acuerdo tiene el potencial de redefinir las dinámicas del comercio lácteo. Países como Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea, que ya son competidores clave en el mercado internacional, podrían enfrentar un mercado asiático aún más competitivo con la expansión de Nueva Zelanda en la región. Esto podría generar ajustes significativos en las estrategias comerciales de otros países exportadores, intensificando aún más la competencia en el comercio global de lácteos.