La Finca Río Seco, entre Santiso y Palas de Rei, propiedad del empresario Leandro Quintas, tiene 256 hectáreas y ya no queda ni una de las 300 vacas que pastaron allí durante cuarenta años.
Hasta 300 vacas que producían leche en ecológico llegaron a campar por la tierra de Leandro Quintás (en la imagen en una foto tomada en el 2009)Hasta 300 vacas que producían leche en ecológico llegaron a campar por la tierra de Leandro Quintás (en la imagen en una foto tomada en el 2009) PACO RODRÍGUEZ

En Galicia no es frecuente hallar grandes extensiones de tierra con un único dueño. Es una comunidad dominada por la fragmentación de la propiedad. Minúsculos pedazos esparcidos a lo largo y ancho del territorio. La Finca Río Seco, entre Melide y Palas de Rei, es quizá una de las grandes excepciones: una vasta extensión de tierra, de 256 hectáreas y 10 kilómetros de perímetro.

Hasta hace un año, allí pastaban a diario las 300 vacas de la que era una de las explotaciones de leche más grande de Galicia, fundada en 1975 por el empresario y ganadero Leandro Quintas (Santiso,1 937), que acababa de regresar de Cataluña.

Por aquel entonces cogió unas parcelas que habían sido de su abuelo y, a través de un proceso de concentración, fue haciéndose con una finca que tiene terreno en dos concellos gallegos: Santiso y Palas de Rei, lindando con Melide.

En toda esa superficie, Leandro Quintas todavía cultiva pino y mantiene una explotación de porcino, con dos mil cerdos de cebo. Pero no hay ni rastro de las vacas que producían casi un millón de litros anuales en ecológico. La especie, descendiente de una variedad inglesa importada por este empresario desde Inglaterra, daban una leche de primerísima calidad.

«Este es un negocio que no compensaba, y en el que los ganaderos eran víctimas de los abusos constantes de las industrias, como acaba de quedar de manifiesto con la última multa de Competencia», denuncia este empresario. Ahora, a sus 82 años, está dispuesto a emprender otra aventura, y lleva ya unos meses asesorándose para convertir esa inmensa finca en un coto privado de caza.

Será el primero de Galicia porque, como confirman desde la Consellería de Medio Ambiente, «no hay cotos privados en la comunidad. Solo existen tecores, que pueden ser de gestión municipal o gestionados por sociedades de caza». Cuenta Leandro Quintas que «la mayoría de los cazadores gallegos se van a comunidades como Andalucía y a Castilla León o La Mancha, y aquí no tienen una extensión como esta; los que me han asesorado consideran que este sería un coto muy bueno por la orografía y el tipo de finca».

Su propiedad estaría enfocada a la caza menor: perdiz, codorniz, faisán, liebres y conejos. Cada uno de los cazadores tendría que pagar, cada jornada, unos setenta euros, según las tarifas que existen en el sector, y la idea de Leandro Quintas es que, por razones de seguridad, no haya más de diez o doce por día.

Su objetivo es que el negocio empiece a funcionar en el plazo de unos meses y esté plenamente operativo en octubre. «Ya están todos los papeles, todo registrado, y saldrá adelante seguro, según me ha indicado el gestor», explica. El proyecto está tan avanzado que este empresario ya ha construido un amplio comedor para los cazadores y una nave de recepción, en la que podrán exponer algunas de las especies que luego sueltan para la caza.

Este empresario gallego también se encuentra en conversaciones con otros inversores de Madrid para ver si acondiciona una parte de la gigantesca finca para la cría de caballos. «He estado haciendo los números, y la caza, utilizar esto como coto, es mucho más rentable que seguir en un sector como el lácteo, donde cada vez hay más excedente de materia prima, y a un precio más bajo; las cosas a medio plazo estarán muy complicadas para las granjas porque vendrán escenarios de bajadas muy bruscas de las cotizaciones en origen, y volverán a tener pérdidas», insiste Leandro Quintas.

En un segundo plano ya desde hace tiempo, a sus 82 años, este ganadero fue también el impulsor de la Unión Sindical Agraria Galega (Usag), organización que llevó su sello personal y su empeño, y que trató siempre de reivindicar un trato justo a los productores de leche. Leandro ya se ha cansado de las vacas, pero no del medio rural, el territorio en el que nació, al que dedicó gran parte de su vida, y en el que quiere seguir creando valor.

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