Pioneros, así fueron definidos por la época de 1930 un grupo de 100 tamberos de Melo que producían y vendían leche cruda y se reunieron para formar la primera industria pasteurizadora del país, y así la primera cooperativa lechera nacional, la Cooperativa de Lechería de Melo(Coleme).
La historia de esta cooperativa comenzó en el Parlamento Nacional, cuando los legisladores votaron una ley que tenía por objetivo lograr que toda la población accediera a la leche pasteurizada. ¿Por qué ese proyecto? Porque la pasteurización corta las cadenas de multiplicación bacteriana en la leche, explicó a El Observador Eduardo Tornaría, actual presidente de Coleme, y eso evita daños en la salud.
Para llegar a esa meta se definió que la escuela técnica de cada capital departamental desarrollara una usina pasteurizadora que permitiera, por un lado, generar ese proceso –en el que la leche pasa por cambios de temperatura– y, por otro, formar personas capacitadas para seguir con esa tarea en el futuro.
En Melo, una zona del país con un gran desarrollo de la lechería, en aquel entonces todos pequeños productores familiares, el ingeniero Julio de Soto, quien era director de la escuela técnica de la zona y muy entusiasta sobre el tema de la pasteurización, comenzó a nuclear a los tamberos y a impulsar que la primera pasteurizadora estuviera allí, en Cerro Largo.
Fue así que de a poco y mirando hacia el futuro –pensando principalmente en los beneficios de vender leche pasteurizada–, el 28 de abril de 1932 se instaló el primer consejo de administración de aquel grupo de tamberos y nació Coleme.
Y así de la leche cruda vendida en el pueblo a manos de los tamberos se pasó a comercializar leche en botellas de vidrio, con tapa de cartón y pasteurizada.
Del caballo al camión y de la botella a la bolsita
Con una planta pasteurizadora, un logo de la cooperativa y botellas de vidrio grabadas con el nombre de la empresa, Coleme fue tomando forma, y dando así no solo trabajo a los tamberos, sino también a la gente del pueblo.
Fueron varios los buenos momentos que vivieron los tamberos, y también varios los desafíos que se cruzaron por el camino. Uno de los principales hitos de la cooperativa se dio en los años 70 cuando se instaló una nueva planta pasteurizadora que permitió aumentar la capacidad de procesamiento de la leche, con lo que se apuntó a tener otra escala de comercialización.
De los carros con caballos con el logo de Coleme se pasó luego a los camiones, y de las botellas de vidrio a las bolsas de plástico. Con el tiempo la empresa fue cambiando y en ese proceso fue teniendo altibajos, recordó Tornaría, quien es tambero desde los años 90.
Uno de los bajos de esos altibajos fue cuando, por el mayor tamaño de la planta se generó una capacidad ociosa que los tamberos no podían cubrir. En ese momento, y tras una unión muy valorado por los tamberos, Coleme hizo un acuerdo con Conaprole para que esta le suministrara la leche que la cuenca de Cerro largo no tenía.
Aquel acuerdo, que duró muchos años, permitió que el trabajo que empezaron años atrás aquellos tamberos pioneros de Melo se esparciera más y el trabajo creciera. Y de vender leche también pasaron a vender productos como quesos. Algunos, que se vendían con la marca Conaprole en todo el país, se elaboraban en la planta de Coleme.
Resilientes
Y como todo en la vida, además de los buenos momentos también llegaron los malos. En 2017 la planta sufrió “un desfasaje” y la cooperativa entró en una situación “bastante comprometida”, contó, el presidente. Por 20 meses la planta se cerró y solo quedó la producción de leche pasteurizada, no ya la de quesos, varios trabajadores fueron a seguro de paro y las actividades cambiaron.
Pero tras una renovación de directiva, nuevos procesos, apoyos de los productores, actores políticos y de los trabajadores que estuvieron dispuestos a resignar parte de sus salarios para que los compañeros en seguro de paro retomaran sus actividades, el trabajo se encausó. Así, en 2018 una nueva directiva, encabezada por productores de Fraile Muerto, comenzó a liderar la cooperativa.
“Eso muestra la resiliencia que tienen las cooperativas, que son capaces de reinventarse, porque siempre tienen siempre recursos humanos que a lo mejor no estaban siendo utilizados y aparecen en otros momentos”, comentó.
Una ventana de oportunidades
El trabajo en equipo, una de las bases del cooperativismo, es lo que caracteriza a Coleme, que este fin de semana fue sede de los festejos por el Día Internacional de las Cooperativas. Todos los años una zona del país es elegida como Capital Nacional del Cooperativismo, y este 2023 fue el turno de Cerro Largo, lugar en el que se reunieron autoridades nacionales y miembros del cooperativismo agrario. Coleme forma parte de las Cooperativas Agrarias Federadas (CAF) gremial que nuclea principalmente a grupos de productores familiares.
Actualmente hay 20 tambos remitiendo leche a Coleme, y menos tamberos no significa menos producción, destacó el presidente, ya que la cuenca de Cerro Largo ha tenido un crecimiento importante, dijo. Algunos de los establecimientos producen cientos de litros diarios y otros hasta 4.000. La remisión global base de la cooperativa es de entre 15 mil a 20 mil litros, y en la primavera se incrementa.
En la industria trabajan 60 personas de la zona en la elaboración de productos, con el objetivo de abastecer a la población de Cerro Largo.
Tras los tropezones, y con la creación del Fondo de Financiamiento y Desarrollo Sustentable de la Actividad Lechera (Ffdsal) aprobado por el gobierno a fines de 2022 Coleme vio “una ventana de oportunidades y esperanzas que se abrió” y es así que se encaminó a una reconversión de la industria para adaptarse a la realidad del 2023, con miras en seguir cumpliendo los sueños de aquellos pioneros de los años 30 que creyeron en el sector como desarrollo familiar en el medio rural.
