Ideas como que el consumo de carne o leche es malo para la salud y es antinatural, que la actividad agrícola y ganadera daña el medio ambiente y es causa principal del cambio climático, y, como hemos dicho al inicio, que explota a los animales causándoles un malestar que afecta a su salud física y mental.
Todas estas ideas son fomentadas desde el poder por medio de leyes ad hoc, bien con incen-tivos económicos hacía todas las personas y organismos que las apoyan y divulgan, bien ignorando a quien disienta.
Como todos los que nos relacionamos con el sector productivo sabemos, la cantidad de leyes y normas generadas por nuestros legisladores a todos los niveles, europeo, nacional y autonómico, es inmensa. Y no solo eso, los legisladores están orgullosos de ello. Si, por ejemplo, entramos en la página de la web oficial de la Unión Europea EUR-Lex y buscamos bienestar animal, el texto comienza diciendo: “La Unión Europea (UE) dispone de uno de los conjuntos de normas más extensos del mundo en relación con el bienestar animal, que abarca los animales de granja en las explotaciones, durante el transporte y en el sacrificio.”
Por todo ello, el término bienestar animal, cuando hace referencia a la producción ganadera incluida la lechera, tiene connotaciones peyorativas y más aún si esa producción tiene lugar en granjas grandes.
En España, en el periodo del 2016 al 2022, siete años, el número de granjas lecheras disminuyó en un 30 % y el número de vacas en un 6 %, pero la producción láctea aumentó un 6 % lo que implica que la producción por vaca subió un 12 % o lo que es lo mismo, aproximadamente un 2 % anual. A mí, esas cifras me parecen esclarecedoras tanto en valor absoluto como en lo que significan: que las granjas son cada vez más grandes y que las vacas producen cada vez más. Pero siempre habrá quién piense que ese aumento de producción se hace a expensas del bienestar de las vacas y por ende, de su salud.
No hay ninguna duda de que la tendencia al aumento del número de vacas por explotación se debe a que la rentabilidad de una explotación es directamente proporcional a su tamaño. Y es por eso por lo que hoy en día las granjas de todo el mundo crecen y crecen. Por ejemplo, en Estados Unidos el 60 % de la producción láctea se origina en granjas de más de mil vacas. Gracias a eso la leche sigue siendo un alimento muy barato, incluso más que muchas aguas embotelladas y, por lo tanto, asequible a toda la población.
Asimismo, sabemos que a más producción por vaca no solo hay más rentabilidad, sino que también se reduce el impacto medioambiental.
Ahora bien, alguien podría pensar que toda esta evolución se hace a expensas del bienestar y la salud de las vacas, ¿cómo podemos saberlo?
¿Hay indicadores objetivos que nos permitan medir la situación de bienestar de las vacas?
En mi trabajo diario yo me doy cuenta de que la salud de las vacas es muchísimo mejor que en el siglo pasado. Hace ya cuarenta años que empecé a trabajar de veterinario y al poco empecé a llevar alumnos conmigo. En aquellos tiempos, en un día de clínica ambulante, un alumno podía ver todo tipo de enfermedades: infecciosas, parasitarias, metabólicas, obstétricas, quirúrgicas, etc. Pero en la actualidad, mis alumnos solo ven control de la reproducción, control de calidad de leche, revisión de la recría, análisis de datos y cosas de ese tipo. Enfermedades, ven muy pocas. En aquellos inicios de mi vida laboral, una vaca buena, en el pico de lac-tación, producía 30 litros de leche al día; hoy tengo granjas con vacas que dan diariamente 100 litros de leche. Ese cambio ha venido originado por una mejora increíble en las instalaciones, la alimentación, el manejo o la genética entre otras muchas cosas y ha sido mucho más evidente en los últimos años.
Los datos de número de granjas, de vacas y de producción láctea los recogen muchos organismos y gobiernos, pero no sucede lo mismo con los datos de salud. Sin embargo, el gobierno de Canadá sí los recoge y hace públicos. Canadá tiene una cabaña ganadera lechera parecida a la nuestra. En el 2023 contaba con 969.500 vacas lecheras en 9.443 granjas y España en el 2022 tenía 797.878 vacas en 11.159 granjas. Como se puede ver a simple vista las granjas son un poco más grandes. Esos datos se pueden encontrar en las páginas web de los minis-terios de agricultura correspondientes. Pero Canadá también tiene datos de desecho al mata- dero, así como las causas que lo provocan, de más de la mitad de su cabaña, en concreto en el año 2023 dio los datos de desecho de 585.421 vacas en 5.975 granjas –media de 97,9 vacas por granja- y la cifra fue del 33,23 % anual. En la Tabla 1 (debajo) se muestra un resumen de los datos del 2017 al 2022.
¿Cuáles son las causas por las que las vacas son desechadas en las granjas?
Antes de ver y analizar los datos canadienses tengo que decir que dado el número de animales estudiados, esos datos se pueden considerar repre-sentativos de todo Canadá y por otro lado, dado que tenemos genética, alimentación, sistemas de ordeño y medicina semejantes, nuestra situación, con mucha probabilidad, es muy parecida.
La primera causa de desecho en Canadá, al igual que en todo el mundo, es el fallo reproductivo. El 14,2 % de las vacas vendidas al matadero o lo que es lo mismo, el 5,33 % de las vacas totales, lo son por causas reproductivas como la esterilidad, el no quedar preñada a tiempo o el aborto. La segunda causa son las infecciones de la ubre. Representa el 7,7 % del des-echo y el 2,9 % del rebaño. Como todos sabemos, la mayoría de esos casos no son infecciones clínicas; se trata de infecciones subclínicas que hacen que la vaca sea vendida por no ser su leche óptima para consumo humano. La tercera causa son los problemas podales, el 5,8 % del desecho o el 2,19 % del rebaño. La cuarta causa es la baja producción de leche, con el 7,5 % del desecho. La quinta es enfermedad en general con el 3,7 % del desecho, lo que se corresponde con el 1,4 % de todo el rebaño.
A continuación vienen otras 18 causas de desecho y 4 de mortalidad. Por ejemplo, traumatismos en la ubre o los pezones por pisotones o golpes provocados por otras vacas es el 3,9 % del desecho. Otros accidentes como una luxación o una fractura por una caída o resbalón, el 3,5 %. Por vejez el 2 %, lo que representa el 0,73 % de las vacas del establo. Por partos distócicos el 0,5 % del desecho, o sea el 0,2 % de las vacas de un establo, o lo que es lo mismo dos de cada mil partos al año.
Hay datos muy curiosos que a mí mismo me han llamado mucho la atención. La leucosis, una enfermedad producida por un virus de la que en Europa estamos exentos, gracias a una costosa campaña de erradicación, y en Canadá no, causa un desecho anual de 7 animales por cada 10.000. O la paratuberculosis, enfermedad no erradicada en Canadá ni en Europa, también causa un ridículo desecho anual de 1 vaca por cada 10.000.
¿Y cuales son las causas de desecho que se incrementan en ese periodo? Pues es curioso, nos encontramos causas como la baja producción de leche, la mala conformación anatómica o la agresividad, todos ellos son motivos no relacionados con el bienestar y la salud animal. Y también aumentan las ventas de animales, no al matadero sino para vida: venta nacional y exportación.
Estoy seguro de que muchos de los que estáis leyendo esto tenéis cifras semejantes, y dado que se trata de medias, habrá quien esté mejor y quien esté peor.
Pero lo que más me sorprendió de todos estos datos es ver la evolución en el periodo de seis años del que nos habla la tabla, concretamente del 2017 al 2022. Así, por ejemplo, los porcentajes de desecho reproductivo en esos años fueron: 16,9; 16,8; 15,9; 15,2; 15,5 y 14,2; como se puede ver en seis años el desecho reproductivo disminuye 2,7 puntos porcentuales o lo que es lo mismo la pérdida de vacas por causa reproductivas disminuye un 16 % ¡en tan solo seis años! Durante años, todo el mundo, ganaderos y veterinarios, asumimos que la reproducción de nuestras vacas era muy mala, que no había manera de mejorarla, que probablemente eso era debido a la alta producción láctea y al uso casi universal de la inseminación artificial. Pero todos los avances que se han hecho en alimentación, manejo, genética y control de la reproducción han dado sus frutos y en la actualidad, como ya he dicho en otros artículos, la reproducción ya no es un problema. Y seguirá habiendo grandes mejoras de la mano de las nuevas tecnologías como los sensores de detección de celos y la inteligencia artificial.
¿Y qué ha pasado con la mastitis? Pues que ha pasado del 10,5 % al 7,7 %. En otras palabras, el porcentaje de vacas que van al matadero por enfermar de mastitis ha disminuido en un 26,7 %. En la reproducción influyen factores de muy diverso tipo, pero la mastitis es exclusivamente una enfermedad de etiología infecciosa, por lo que ese porcentaje de mejora solo puede ser motivado porque todo lo que rodea a la vaca hoy en día repercute en una mejora de su salud.
Con las cojeras ha pasado lo mismo. Las cojeras, junto con la infertilidad y la mastitis son los tres pro-blemas médicos más importantes de las vacas lecheras de todo el mundo. Como causa de desecho, en Canadá, ha pasado del 6,8 % al 5,8 %, lo que representa una reducción del 15 %. Y lo mismo sucede con la enfermedad, que pasa del 5 % al 3,7 %.
Otras causas como la paratuberculosis o la leucosis citadas anteriormente, tienen porcentajes tan bajos que no varían apenas.
¿Podemos extrapolar esos a datos a la realidad española? Yo creo que sí. En las granjas que manejo directamente, la reproducción hace mucho que no es un problema y en las jornadas técnicas y congresos en las que coincidimos con otros colegas la reproducción no aparece como un problema insoluble.
Lo mismo sucede con la mastitis o las cojeras. Por ejemplo, a raíz de las nuevas normativas de reducción de antibióticos algunas de las granjas que manejo, dado el buen nivel de células somáticas que tiene la leche que producen, ya no aplican antibióticos intramamarios en el secado a ninguna vaca, señal clara de que la mastitis no es una preocupación para ellos. Esto es un claro ejemplo de cómo se ha mejorado en la salud de los animales y ello ha repercutido en un menor uso de medicamentos.
Eso no quiere decir que todas las granjas funcionen perfectamente, o que en un momento dado no pueda aparecer un problema de infertilidad, mastitis o cojera en cualquier granja. Pero lo que sí es cierto es que, al igual que sucede en Canadá, la sanidad de las granjas en su conjunto mejora de manera constante y significativa.
¿Y cómo ha sucedido toda esa mejora? Pues con el trabajo de los ganaderos y los veterinarios. A principios de los 80, los veterinarios éramos casi exclusivamente clínicos, nos dedicábamos a curar vacas enfermas. Pero poco a poco aparecieron las especializaciones, reproducción, nutrición, calidad de leche, podología, etc. y con ellas nos dedicamos a mantener nuestras vacas sanas. Asimismo, a finales de los 70, los ganaderos crearon la Asociación Nacional de Frisona Española, ANFE, que en el 1991 pasaría a ser la actual Confederación de Asociaciones de Frisona Española, CONAFE, lo que supuso una constante mejora genética y de la ganadería lechera en general en España. Y detrás de todos, investigadores de todo el mundo que día a día, con sus estudios y descubrimientos, hacen que las vacas sean más sanas y productivas.
Todos los que estamos en este sector trabajamos todos los días del año para ofrecer a la sociedad productos alimenticios de primerísima calidad, con una altísima seguridad alimentaria y a precio barato, gracias a la constante mejora sanitaria y productiva de nuestros animales. Pese a ello, sin duda, tendremos que seguir soportando los ataques de políticos y activistas que hacen del “bienestar animal” su modo de medrar en la vida. Pero nosotros, que hacemos del cuidado y preservación de la salud de las vacas nuestro modo de vida, sabemos que lo estamos haciendo bien y tenemos que decírselo a la sociedad.
Artículo técnico publicado por Juan Vicente González Martín en el número 261 de la revista Frisona Española, correspondiente a los meses de mayo y junio de 2024.
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