El sector lechero está atravesando una de sus mayores crisis en las últimas dos décadas. La combinación de las falencias climáticas, de la falta de políticas sectoriales y generales, la constante devaluación e inflación, sumado todo a la llegada de la primavera, ponen hoy a los productores en una emergencia que no les da respiro.

“El Niño” se espera desde comienzos de este año, pero estamos transitando el promedio de septiembre sin lluvias, con el acumulado de tres ciclos anuales completos con faltante de agua en los perfiles que hacen a una sequía estructural.

Las vacas van hacia su pico productivo y la ausencia de lluvias remarca más los problemas en la agricultura relacionada con el tambo.

La campaña gruesa tuvo todos resultados negativos, arrancando por una soja perdida casi en lo absoluto en nuestra zona, con maíces de primera carbonizados por el sol y algunos lotes de segunda que sirvieron para cubrir los costos y hacer una mínima reserva, que en definitiva quedaron cortas para el ciclo lechero. Con tormentas que pasaron de largo, el trigo también se malogró.

Esto hace que la compra de insumos y semillas, incluso la contratación de servicios para esta próxima cosecha gruesa esté en riesgo.

Hay un marco productivo muy negativo que sólo puede ser levemente atemperado por alguna lluvia ocasional que haga rebrotar a las pasturas y termine la alfalfa salvando a la producción desde el pastoreo.

La necesidad de cubrir la alimentación de los animales se llevó todos los fondos de los tambos, cifras agravadas desde hace un año por los sucesivos dólares para la soja, con un único motivo recaudador, que ni siquiera pudo con los demorados subsidios de los impulsos tamberos aliviar esto que viene advirtiendo la producción y la industria.

La absoluta ausencia de políticas territoriales y nacionales para contener un caos lechero tienen hoy en riesgo a centenares de unidades productivas.

Sabemos desde la Sociedad Rural de Rafaela que existe financieramente una relación negativa con la producción y estamos lejos de una situación cómoda para el eslabón primario.

Los precios en el tambo son bajísimos, las relaciones de costos e ingresos son abismales, pero el apriete del Gobierno a las industrias no permite que se mejoren los números, frente a un consumidor final que cada vez recorta más sus compras y un mercado internacional con precios históricamente bajos.

Las retenciones, la carga impositiva general, los problemas para importar insumos, maquinaria, repuestos, todo se combina para deprimir cada día más a una actividad que no sólo logra alimentar a la población, sino también dar vida a cada comunidad cercana al eslabón primario.

No hay posibilidad de financiamiento para que al menos con deuda se pueda respirar, porque lo poco que está disponible en los bancos tiene tasas imposibles para cualquier productor.

El ahogo de la lechería es una realidad, la sequía hace que sea la misma tierra la que nos aplasta, sin reacción por parte de quienes tienen en sus firmas la posibilidad de frenar un sufrimiento que se está llevando tambos, que está achicando rodeos, que está colapsando industrias, empobreciendo y debilitando a la población.

Necesitamos una reacción urgente. La nuestra es una actividad que requiere de años para poder poner en producción a un animal, que tiene riesgos todos los días, pero que también aporta sin cesar fondos a un sistema que ignora la gravedad de la situación que atravesamos.

Como lo planteáramos en el mes de junio en el Seminario Internacional de Lechería (SIL), nuestra institución está a disposición para generar un espacio de diálogo que permita tomar decisiones INMEDIATAS que resuelvan realmente y de forma integral los problemas de nuestros tamberos y del resto de la cadena.

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